Administración negacionista

Trump inicia el derribo del plan principal de EEUU contra el cambio climático

La Agencia de Protección Ambiental comienza el proceso para desmantelar las medidas de transición a la energía limpia de Obama

Planta de carbón de Merrimack, en Bow  (Nuevo Hampshire, EEUU).

Planta de carbón de Merrimack, en Bow (Nuevo Hampshire, EEUU).

Idoya Noain / Nueva York

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La Administración de Donald Trump vuelve a asfixiar la lucha contra el cambio climático. Este martes la Agencia de Protección Ambiental (EPA por sus siglas en inglés) da el primer paso para desmantelar el Plan de Energía Limpia que Barack Obama aprobó en el 2015.

Esa iniciativa nunca llegó a entrar en vigor pero con su llamada a reducir las emisiones contaminantes en plantas eléctricas que usan carbón y gas natural constituía el eje fundamental de los esfuerzos para reducir los gases de efecto invernadero en Estados Unidos. El país sigue sin haberse retirado formalmente del Acuerdo de París pero Trump ha anunciado su intención de hacerlo y cada vez está más lejos de poder cumplir los objetivos que se había marcado Washington: la reducción para el 2030 del 32% de las emisiones respecto a los niveles del 2005.

Quien ha culminado el último asalto de Trump al legado medioambiental de su predecesor ha sido Scott Pruit, el director de la EPA, y uno de los máximos símbolos del negacionismo de la ciencia en la actual Administración de Washington. Cuando era fiscal general de Oklahoma Pruitt fue uno de los representantes de 28 estados controlados por los republicanos que, en una campaña conjunta con representantes de la industria, lograron frenar la aplicación del plan de Obama retándolo en los tribunales. Y Pruitt, tras anunciar el lunes que "la guerra contra el carbón ha terminado", este martes ponía en marcha el proceso para desarticular el Plan de Energía Limpia.

Futuro incierto

El futuro de ese proceso es incierto. Se abre ahora un periodo formal de comentarios públicos a la propuesta, que puede durar meses. Pruitt y la EPA enfrentan también el problema de que no han propuesto una norma alternativa al Plan de Energía Limpia de Obama, y deben hacerlo pues el Tribunal Supremo dictaminó en el 2009 que la agencia debe regular los gases contaminantes. Y hasta representantes de la industria energética, pese a haber aplaudido el paso dado por Trump y Pruitt, han reconocido que habrían preferido que la Administración propusiera una alternativa.

Trump puede también dar por descontado que varios estados y grupos de activistas medioambientales, indignados con este último paso, presentarán demandas. Los fiscales generales de California, Nueva York y Massachussets, tres estados controlados por los demócratas y donde la regulación es más avanzada aún que la federal, ya han anunciado que plantarán cara en los tribunales contra cualquier regresión que intente en la lucha contra el cambio climático, aduciendo no solo argumentos científicos sino también económicos.

Las plantas eléctricas que usan carbón y gas natural (otro combustible fósil pero menos contaminante) son responsables de un tercio de las emisiones de dióxido de carbono en Estados Unidos. Con la regulación de Obama, que potenciaba la transición hacía el uso de energías renovables, las más obsoletas y contaminantes estaban llamadas a desaparecer.