Barcelona atacará la desigualdad entre alumnos desde la escuela infantil

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María Jesús Ibáñez / Barcelona

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En una época en que una grandísima mayoría de padres crían a sus hijos buscando estímulos con los que motivarlos de manera constante, tratando de despertar permanentemente su curiosidad y su autonomía, todavía hay niños que llegan por primera vez a la guardería con graves problemas de motricidad y de lenguaje. Suelen ser pequeños a los que las familias (a veces, madres solas o adolescentes) han prestado poca atención durante los primeros meses de vida. O, si se la han prestado, si han estado pendientes del bebé, no han sabido cómo hacerlo correctamente.

A estos niños, los servicios sociales les recomiendan asistir cuanto antes a una escuela infantil, para que allí los educadores les ayuden a superar esos déficits. A veces, basta con darles un abrazo de vez en cuando para que ganen la confianza y la seguridad que les falta, aseguran maestras que trabajan con ellos.

"La infraestimulación que presentaban algunos alumnos ha sido uno de los indicadores que nos han puesto en alerta", indica Miquel Àngel Essomba, comisionado de Educación en el Ayuntamiento de Barcelona. Por eso, porque aún hay demasiados menores -la mayoría de ellos hijos de familias vulnerables- que empiezan con desventaja su recorrido por la vida, el consistorio de la capital catalana ha decidido poner en marcha este curso 2017-2018 un plan piloto con el que atacar, desde la primera infancia, las desigualdades originadas por razones sociales y económicas. El nuevo programa, que se inscribe dentro del plan de choque educativo que Barcelona lleva desplegando desde hace dos años para terminar con los guetos escolares, se centrará en las escuelas municipales para alumnos de cero a tres años de los barrios más desfavorecidos de la ciudad.

"Si hay colegios de primaria e institutos de secundaria que se consideran de máxima complejidad y que por ello reciben más recursos, ¿por qué no puede ocurrir lo mismo con las escuelas infantiles?", cuestiona Essomba. En prácticamente todas las grandes ciudades catalanas ocurre lo mismo. Todos los parvularios públicos de un mismo municipio suelen disponer del mismo número de alumnos por aula, de la misma cifra de educadores y personal de refuerzo, sea cual sea el barrio en que se encuentren o las características socioeconómicas de sus alumnos. "En el caso de Barcelona, por ejemplo, la complejidad del alumnado no es la misma en el barrio de Gràcia o en Les Corts que en el Raval o en Ciutat Meridiana y, en cambio, los medios de que disponen las guarderías son los mismos, sin diferencia alguna", observa el comisionado.

Está científicamente demostrado, recuerda, que una distribución lineal de los recursos, sin que se apliquen criterios de corrección basados en el fomento de la equidad y el reequilibrio social, no hace más que acrecentar las desigualdades ya existentes.

Investigación sobre el terreno

El objetivo del programa, que este curso se aplicará en fase de pruebas en las escuelas Aqüeducte y La Muntanya, ambas en el distrito barcelonés de Nou Barris, es el de detectar las necesidades y diseñar un plan de trabajo y refuerzos para las guarderías de alta complejidad de toda la ciudad. Para ello, una investigadora de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) "ha sido encargada de crear un modelo que se pueda extrapolar a otras escuelas, a partir de acciones con los alumnos, con sus familias, con los propios educadores y con otros agentes que participan en la vida del niño", señala Essomba. La directora del estudio también tiene como cometido identificar en cuántas escuelas infantiles municipales deberían aplicarse estas medidas.

A la espera de las conclusiones definitivas, Essomba apunta ya algunas posibilidades. "El trabajo con las familias, por ejemplo, podría pasar por educarlas en habilidades parentales y en prestarles un acompañamiento desde la guardería para que hagan red entre ellas". A los educadores de estos centros, "que a veces se encuentran desbordados por algunas situaciones", apunta el representante del ayuntamiento, "habría que dotarlos de más apoyo y darles alguna formación adicional, ya que en ocasiones acaban teniendo que hacer de psicólogos o trabajadores sociales, sin haber sido preparados para ello".

"A esos maestros hay que descargarles también de algunas responsabilidades que asumen de forma voluntaria, pero que pertenecen al ámbito fuera de la escuela y que quizás corresponden a otros agentes", agrega Essomba. "Son colegios y docentes -afirma- que en muchos casos han llegado a una situación límite".

La educación de 0 a 3 años beneficia sobre todo a los niños más vulnerables

La inversión en educación infantil, especialmente en la franja de edad entre los cero y los tres años,  tiene <strong>efectos positivos en el rendimiento de los alumnos cuando estos alcanzan niveles educativos superiores</strong>, aseguran los investigadores. En las pruebas de comprensión lectora realizadas en los tests internacionales de primaria PIRLSS, los alumnos que fueron a educación infantil durante al menos tres años obtuvieron cerca de 16 puntos más (sobre una media de 515 puntos) que los que no estuvieron escolarizados en esa etapa.