¿Qué pasa con El Indio?

La histórica tienda de tejidos, en la calle del Carme, tramita la licencia para alojar un restaurante

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OLGA MERINO / BARCELONA

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El susto que se pega el pobre Gregorio Samsa en 'La metamorfosis' de Kafka se queda corto comparado con la extraña mutación que vienen sufriendo los comercios centenarios de la ciudad desde que expiraron los alquileres de renta antigua. El 'cahier de doléances' es largo. La librería Canuda, por ejemplo, se ha transformado en el mayor Mango de toda España; la Catalònia, en un McDonald’s; la camisería Deulofeu, en una franquicia de Costa Café; el Palacio del Juguete, en la zapatería Geox; la filatelia Monge, en un despacho de fiambres… ¿Pero y El Indio?, ¿qué sucede con la emblemática tienda de tejidos?

Atajo con relativa frecuencia por la calle del Carme de camino hacia Sant Antoni y, aunque hace ya mucho tiempo que desapareció el cartel de la inmobiliaria, el recinto permanece sellado desde que bajó la persiana, el 31 de diciembre del 2014. Lo que es peor, un amigo de lo ajeno arrancó hace dos meses la moldura antigua donde constaba la dirección, Carme 24, y se la llevó a su casa. Quiera la providencia que sobrevivan los indígenas emplumados que adornan la hermosa entrada de una tienda que fundó el indiano Francesc Mitjans en 1870.

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Desde luego, resulta de lo más desconcertante que un local tan goloso, de 500 metros diáfanos, permanezca inmóvil, cual bella durmiente, en el corazón de la alcachofa barcelonesa. ¡Una lubina demasiado jugosa entre los tiburones del 'real estate'! ¿Qué está pasando ahí dentro? Varios timbrazos al portero automático y una conversación posterior con algunos vecinos aclaran un poco el panorama: el local se ha vendido a una familia barcelonesa que se dispone a abrir un restaurante.

¿Pero cómo?, ¿acaso no se habían suspendido las licencias a bares, hoteles y restaurantes? El ayuntamiento alega que, en efecto, se congelaron en octubre, pero que el nuevo propietario dispone de un documento previo a la medida que le exime de sus requerimientos. Un papelito que se llama “certificado de aprovechamiento urbanístico”. Nada que hacer, el imperio del libre comercio.

EL PLAN DE USOS

Resulta que el plan de usos del 2013, que están revisando ahora, permitía abrir un restaurante si se aportaba la baja de otro establecimiento del gremio en el barrio, como hizo el nuevo propietario de El Indio con una casa de comidas en la calle Junta de Comerç alegando que había cerrado. En fin, un embrollo al que ponemos punto y aparte porque esta pretendía ser una crónica con los violines del Titanic de fondo y se está convirtiendo en un laberinto burocrático. Otra vez Kafka.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"El local, abierto en 1870\u00a0","text":"por un indiano, nunca hab\u00eda cambiado de uso desde su inauguraci\u00f3n"}}

Los nueve vecinos del inmueble, muy bien avenidos, están que trinan. Desde la Rambla hasta la plaza del Doctor Fleming, un recorrido de unos 200 metros, tienen contabilizados 15 restaurantes, por lo que no parece de primera necesidad la apertura de otro establecimiento para 150 comensales. Y en dos turnos.

A la fuerza, ahorcan. Están resignados a aceptarlo (o lo estaban hasta hace poco) siempre y cuando las obras de rehabilitación aislaran la entrada de la finca mediante sendas paredes de cristal. Cuando levantó su comercio, el indiano no reparó en gastos; quiso un vestíbulo amplio y magnificente y, a tal fin, consiguió que la escalera del inmueble no llegara hasta la calle. O sea, los vecinos conservan el derecho de paso por la entrada del comercio.

LA REJA DE LAS OCHO

Mientras funcionó la tienda de telas, los empleados cerraban el amplio zaguán mediante una reja, a las ocho, cuando acababan la jornada laboral, pero está por ver cómo se soluciona el asunto con los horarios mucho más laxos de la restauración.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Parte del mobiliario\u00a0","text":"se vendi\u00f3, como ha sucedido con otros establecimientos emblem\u00e1ticos"}}

Y no es solo eso. ¿Adónde fue a parar el mobiliario de El Indio? Aun cuando el último arrendatario donó al Museu d'Història de Barcelona (MUHBA) varias piezas decorativas, como un ventilador de los años 20 y unas placas metálicas art decó, vendió lo mejor del ajuar, sillas Thonet y nada menos que 20 mostradores de madera, hechos de una pieza y de siete metros de largo. El hombre estaba en su derecho pero…

Se sabe que parte de los muebles de las tiendas entrañables que cierran acaban en los Encants o en el extranjero, como sucedió con los de la perfumería Prat de La Rambla. Algún día alguien escribirá la historia melancólica de este expolio.