"Sin la ayuda de los españoles, Pablo seguiría en el corredor de la muerte"

Tanya Quiñones, la esposa de Pablo Ibar, se muestra esperanzada ante el nuevo juicio que enfrenta su marido

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RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON

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La desgracia tiene a veces un anverso dulce. Y Tanya Quiñones lo sabe muy bien. La noche de los asesinatos por los que Pablo Ibar fue condenado al corredor de la muerte, la pasaron juntos en su casa. Durmieron en la misma cama, según sigue manteniendo ella. Su relación no era más que un incipiente escarceo, pero el secreto compartido de lo que realmente habría sucedido aquella noche de 1994 los acabó uniendo. De ser su coartada, Tanya paso a ser su confidente y luego su esposa. Desde entonces han pasado casi 20 años, dos hijos y una condena a muerte revocada en 2016. Tanya, enfermera de 39 años, nunca se ha rendido. 

¿Qué ocurrió la noche de los asesinatos?

Estábamos en mi casa. Mi madre había viajado a Irlanda para estar con una de mis hermanas en su graduación. Mi prima se quedó a vigilarnos y también estaba mi hermana mayor. Yo no tenía permiso para estar con nadie, pero Pablo se quedó a dormir. Por la mañana, mi hermana salió pronto para ir a la iglesia y mi prima me pilló con Pablo en la habitación. Fue un lío porque se lo dijo a mi hermana y a mi madre y todos se enfadaron. Eso fue unas semanas antes de que lo acusaran y el motivo por el que mi familia siempre nos ha apoyado tanto. Saben que Pablo estuvo conmigo aquella noche.

Vaya vínculo tan profundo. ¿Cómo se conocieron?

Nos cruzamos en una fiesta y luego nos volvimos a encontrar en otra. Nos gustamos. Éramos jóvenes y tontos, queríamos pasarlo bien, nunca imaginé el curso que tomarían las cosas. Después de que lo acusaran, sentí la obligación de ser honesta y decir la verdad. Me sentía mal por Pablo, y aunque mi familia se asustó por la gravedad de las acusaciones, hablé con el abogado y le dije todo lo que sabía. Empezamos una relación y en abril cumpliremos 20 años casados.

Ha pasado casi un año desde que Pablo salió del corredor de la muerte, ¿cómo se encuentra?

Hablo con él por teléfono todos los días varias veces, pero ayer se cumplió un año desde la última vez que nos pudimos tocar. Está siendo muy difícil. En el corredor podía ir a verlo todos los fines de semana, a veces podíamos besarnos y tener algo de intimidad. Ahora no se permite el contacto físico y eso pasa factura. No sabemos cuándo empezará el juicio ni cuándo podremos volver a abrazarnos.

¿Está esperanzado?

Sin duda, no puede ser de otra manera, pero el miedo no ha desaparecido. Sabiendo cómo actúa el estado, lo que están dispuestos a hacer para mantener a la gente en la cárcel, es difícil quitarse el miedo. La gente es hoy más consciente de que la policía también comete errores, pero no era así cuando se le condenó por primera vez, en 1994. Recuerdo que, por entonces, un miembro del jurado dijo que la policía nunca miente, nunca se equivoca. Por suerte, las cosas han cambiado. Con todo lo que hemos demostrado, Pablo hace mucho que debería ser libre. Seth Peñalver, a quien se acusó de estar con Pablo aquella noche, fue exonerado. Es una locura que Peñalver sea libre y Pablo siga encerrado.

¿Cómo ha hecho para mantener la cordura todos estos años?

Sabe que es inocente, que no cometió el crimen y, por eso, nunca ha dejado de luchar por su vida. Quiero pensar que, de haber estado en su posición, yo tampoco me hubiera rendido, pero es muy difícil porque puedes perder la cabeza en cualquier momento. Estás apartado del mundo, de las cosas esenciales de la vida. También ayuda que cada fin de semana la familia haya ido a verlo. Esos sábados le permitían escapar un rato de la realidad de la cárcel. Durante seis horas podía ser normal. Además, yo siempre me he esforzado además en mantener su optimismo. Cuando está deprimido, le recuerdo que hay muchas cosas por las que estar agradecido.

¿Qué fue más difícil: el corredor de la muerte o la cárcel del condado, que es un entorno más inseguro?

Por increíble que pueda sonar, el corredor es quizás más fácil de gestionar. Allí tenía su propia celda con baño, tenía privacidad, su propia televisión, un ventilador. Ahora no tiene nada de eso. Comparte celda y tiene que ver la televisión en la sala comunal, los guardas controlan el mando. Tampoco se permite el contacto físico en las visitas.

La Asociación contra la Pena de Muerte Pablo Ibar ha lanzado una campaña de crowfunding para ayudarle en el nuevo juicio. ¿Qué le quiere decir a la población española?

Lo he dicho muchas veces, es increíble lo que han hecho para ayudar a Pablo y mantenerle esperanzado. No sé si son conscientes de lo fundamental que ha sido su apoyo para que se mantenga entero. El sistema penal en EE UU es muy diferente al español. Aquí todo es muy difícil y muy caro. Si la gente y las instituciones no nos hubieran ayudado, Pablo seguiría en corredor de la muerte.

De hecho, su caso explica mejor que nada lo importante que es tener un buen equipo de abogados.

A muchos de los que están en el corredor se les asignan abogados de oficio que llevan al mismo tiempo cientos de casos y que no tienen tiempo para ocuparse del tuyo. Están inundados de trabajo. Por nuestra experiencia, cuando se condena a alguien, aunque tengas pruebas para probar tu inocencia, no les importa. Una vez te acusa el estado, y tu nombre y tu foto se divulgan, no hay forma de escapar, es muy difícil.

¿Qué es lo primero que quiere hacer Pablo si queda libre?

El simple hecho de poder estar todos juntos otra vez, sería increíble. Pablo añora enormemente cosas tan sencillas como tumbarse en el sofá o acostar a nuestros hijos. Luego nuestro plan es ir a España a vivir. Queremos agradecérselo a la gente, por más que nunca podamos devolverles la deuda que hemos contraído con ellos. Estoy convencida de que Pablo va a volver a casa, gracias a la gente de España.