Las "esposas" de los miembros del LRA tenían "12 ó 13 años", según testigo

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David Morales Urbaneja

La guerrilla ugandesa Ejército de Resistencia del Señor (LRA) secuestró a niñas de "entre 12 y 13 años" para convertirlas en "esposas" de sus comandantes, explicó hoy un testigo en el juicio contra un exlíder del grupo armado, Dominic Ongwen, que se celebra en la Corte Penal Internacional (CPI).

Las audiencias orales se reanudaron hoy con la intervención del testigo protegido P-314, un exmiembro del LRA citado por la Fiscalía que declaró tras una mampara y con la voz distorsionada como medida de protección.

El duro testimonio del excombatiente arrojó luz sobre cómo el LRA, un grupo armado de inspiración fundamentalista cristiana que ha combatido al Gobierno ugandés desde finales de los 80, secuestró a menores de edad para convertirlos o en niños-soldados o en "esposas" de los comandantes de más alto rango.

"Ongwen discutía con los otros oficiales a quién se le daba las 'esposas'. Algunas tenían entre 12 y 13 años", explicó el testigo, que dijo que las menores "no tenían la posibilidad de negarse" y que el propio acusado tuvo a cuatro de estas niñas como sus mujeres.

Los otros miembros de rango inferior del LRA tenían prohibido hablar con ellas porque "había que respetarlas", añadió. "Si te veían conversando con una, asumían que querías escaparte con ella y te mataban".

El testigo explicó que él mismo fue secuestrado por el LRA en su propia casa. "Entraron dos miembros del LRA con armas, pero afuera había unos 20", los cuales controlaban a otros grupos de personas "que también habían sido apresadas", explicó.

"Mi entrenamiento duró uno o dos meses, lo seguí con otros chicos de mi edad, de entre 14 y 15 años. Aprendimos cómo marchar, cómo montar armas" y la importancia de "mostrar respeto a los superiores", añadió.

El arma que recibió, al igual que sus compañeros, fue un AK-47. "Nos dijeron que el fusil era como nuestra madre o nuestro padre, y que si lo perdíamos perderíamos también la vida", aseguró.

El testigo, cuya principal labor era transportar equipaje pesado y colocar las antenas que servían para la comunicación entre las unidades del grupo armado, consiguió escapar en una ocasión en la que sus superiores le ordenaron saquear un pueblo en busca de comida.

No obstante, otros compañeros que también intentaron huir no tuvieron la misma suerte. "Si te volvían a apresar y eras afortunado sufrías como castigo varios golpes con un palo", pero otros "fueron asesinados", indicó.

Respecto a la cadena de mando, explicó que las órdenes de las ejecuciones sólo podían provenir de los oficiales superiores, y que durante buena parte de su estancia en su unidad uno de sus comandantes fue Dominic Ongwen, acusado por la Fiscalía de 70 cargos.

"Una vez obligaron a una chica a arrodillarse, le dijeron que era para rezar. Cuando lo hizo, la golpearon por detrás y la mataron", dijo el testigo, que aseguró que la razón que dieron los oficiales fue que "era una bruja".

Al ser preguntado si había sido Ongwen el oficial que había dado la orden de esa ejecución, el testigo respondió afirmativamente.

El juez Bertram Schmitt también le preguntó sobre la edad de los implicados en el asesinato, a lo que el testigo reconoció que no sabía ese dato, pero recordó que la víctima "era muy pequeña, muy joven", y estimó que tendría "unos 13 o 14 años", mientras que los que la ejecutaron rondarían "los 13 o 16 años".

Durante el juicio, que comenzó en diciembre, los abogados de Ongwen han basado su defensa en que el mismo acusado es en realidad otra "víctima del LRA" debido a que también fue reclutado por la milicia cuando era un niño.

En cuanto a Joseph Kony, el líder del LRA, se encuentra en paradero desconocido. El Ejército de Uganda, que lo ha perseguido en la vecina República Centroafricana (RCA) durante cinco años, anunció en abril que ponía fin a su búsqueda al no suponer ya ninguna "amenaza significativa" y contar con "menos de cien combatientes" y ser una milicia "débil e ineficiente".