La inyección de gas que hizo temblar las costas del Ebro

El rosario de terremotos que provocó el Castor desató la alarma entre alcaldes de vecinos y causó la paralización del proyecto

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SÍLVIA BERBÍS / ALCANAR

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Cuando el lunes 9 de septiembre del 2013 los técnicos de la sección sísmica del Observatori del Ebro realizaron la comprobación rutinaria de datos monitorizados, asumieron que algo inusual estaba ocurriendo frente a la costa del Ebro. En solo cuatro días, la red local de sismógrafos instalados para controlar la actividad geológica que pudiera desarrollarse en la zona, donde iba a habilitarse un gran almacén de gas a una profundidad de casi 2.000 metros, habían detectado más seísmos que toda la media anual.

"En ese entorno, existe una actividad de una decena de pequeños seísmos al año como media, pero vimos que el 5 de septiembre se disparaba la tendencia y se registraron cinco en un solo día", explica Estefanía Blanch, responsable de la sección sísmica del Observatori. Un año antes, también en un día se registraron cuatro, pero lo realmente "sospechoso" fue que continuara esa frecuencia, sin remitir.

"Decidimos avisar a la empresa, tal como estaba establecido", comenta la investigadora. Entonces supieron que la compañía Escal UGS había empezado, justo el viernes, la tercera fase de inyección del llamado gas colchón bajo el fondo marino. No solo eso, más tarde se supo que la empresa estaba sometiendo el proyecto a las pruebas de carga que le imponía el Gobierno para garantizar la viabilidad del almacén.

MÁXIMA POTENCIA

Ello significaba que había que elevar el caudal de inyección de gas a la máxima potencia según su diseño operativo. Pero esta operación de llenado con gas de la cavidad de la que décadas atrás se había extraído petróleo afectó a la falla de Amposta, sobre la que se asentaba el almacén.

La fase cuarta, prevista para octubre, no llegó nunca a llevarse a cabo, ante la orden ministerial de detener la operación de inyección. Era la decisión obligada ante una situación que había disparado todas las alarmas, porque el ritmo de los microterremotos no remitió en todo el mes de septiembre, hasta el punto de que empezó a hablarse abiertamente de "crisis sísmica".

Alcaldes y vecinos exigían explicaciones. La empresa admitió que estaba prevista desde el principio cierta actividad sísmica, pero negó que el proyecto fuera responsable de los seísmos de mayor magnitud. La primera madrugada de octubre llegó el peor de la serie. Alcanzó una magnitud de 4,3 en la escala de Richter y fue perfectamente perceptible entre la ya sensibilizada población de la zona.

SUSTOS DE MADRUGADA

"Había una psicosis evidente, y curiosamente, los terremotos llegaban sobre todo de noche y en la madrugada, por lo que, al caer el día, ya muchos temían lo que podía pasar", apunta el alcalde de Alcanar, Alfons Montserrat.

Ante la inquietud y el malestar hacia el proyecto, la Plataforma en Defensa del Sénia convocó una manifestación exigiendo el cierre del almacén y su desmantelamiento. De momento, han tenido que conformarse con cuatro años de hibernación, y la indignación de haber comprobado cómo la empresa concesionaria de ese reservorio estratégico ha sido indemnizada con el dinero de los consumidores de gas.

"Vamos a seguir luchando para que esa injusticia remita y también para defender los derechos de la gente a la que se le ocuparon tierras, por ejemplo, para hacer pasar la tubería de gas, que debe ser indemnizada por daños y prejuicios", afirma el activista Evelio Monfort.