PROBLEMAS ADMINISTRATIVOS

Amor sin documentos (ni pensión)

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CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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Hubo un tiempo en el que la gente se casaba como que dos más dos eran cuatro. Pasar por el altar era un trámite en la senda del amor, como sacarse el carnet de conducir para ponerse al volante. Pero en esa moral homogénea, un reducido grupo de parejas rechazaba el anillo, rehusaba celebrar una boda que no iba a añadir nada nuevo a lo que sentían el uno por el otro. Esa rebeldía, con el paso de los años, puede acarrear consecuencias en una sociedad tan administrativaacarrear consecuencias. Como lo que le sucedió a Isabel Rodríguez tras perder a su querido Juan; Juan Fuentes.

La historia la conocemos de boca de la única hija que tuvieron, Montserrat. El padre falleció el 23 de diciembre del 2012. Y aunque era ya mayor, no fue una pérdida esperada. Isabel y Juan vivían en un piso del Poble Sec, al que se mudaron 30 años atrás procedentes del Raval. Él trabajaba en una empresa de canalizaciones de agua. Ella cuidaba de todo lo demás: la casa, la pequeña, la comida..., sus labores y las de todos. Eran muy felices a pesar de que ningún papel ni ninguna alianza pudiera certificar su amor. Pero con la muerte de Juan, Isabel se encontró con un problema inesperado.

A finales de enero, Montserrat acompañó a su madre para que rellenara los papeles que le permitirían recibir la pensión de viudedad. "Llenamos todo el documento, pero dejamos vacía la casilla que preguntaba si estaban casados o si eran pareja de hecho". Llevaban el libro de familia, los papeles de Hacienda, el alquiler..., todo lo necesario para que el señor Estado tuviera a bien reconocer la dependencia económica de una mujer que le había dedicado 40 años a su familia. Un par de meses más tarde, la Seguridad Social les denegaba la petición. En resumen, venía a decir que aquella pareja no era trigo limpio, que quizás solo vivieran en la misma casa, que quién sabe si eso era una treta para sacarle unos euros a las arcas públicas

COMPROMISO SIN PAPELES

Pero antes de entrar en el desenlace, conozcamos mejor a Juan Fuentes y a Isabel Rodríguez. Montsserrat habla de ellos como lo haría cualquier hijo de sus padres: con mucho respeto, pero explicando solo lo que uno sabe, no las interioridades, no todo aquello que los haría falibles o frágiles. Su manera de vivir la relación hoy no sería noticia, porque son muchos los que pasan del matrimonio. Pero sí lo era en los 60 y 70. "Ellos estaban comprometidos el uno con el otro, y eso para ellos ya era suficiente. Se negaban a cualquier papel que tuviera que demostrar algo. Vivían el día a día, con algo de ahorros, pero sin planificar a años vista".

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Juan nació en Saceda del Río, una pequeña aldea de Cuenca, y llegó a Barcelona tras pasar por la mili en Madrid. Isabel llegó a Balaguer a los ocho años procedente de Almería, y aterrizó en la capital catalana poco después de cumplir 30 años. Se conocieron y empezaron una relación. El hecho de haberse quedado sin padres pronto quizás les evitó la presión familiar del casamiento. Pero vista su trayectoria, habrían sido de difícil convencer. Ni su hija, pocos años antes del fallecimiento, logró que se hicieran pareja de hecho por si las moscas. "Mi padre me dijo 'yo estoy con tu madre y tu madre está conmigo, no hace falta demostrar nada más a nadie', y así quedó la cosa". Se lo propuse para que quedara alguna constancia, sin tener ni idea de los problemas que vendrían después. Y vaya si vinieron.

LA VÍA LEGAL

Una vez recibida la denegación de la pensión, la asistente social recomendó la vía legal. Les pasaron el teléfono de un abogado, que lo vio claro como el agua: lo tenían todo para que el Estado aceptara la prestación para Isabel, que pronto cumplirá 80 años. El juicio fue raro, desagradable. La madre lo pasó muy mal, con ganas de tirar la toalla, sintiendo que por primera vez tenía que pedir un papel que siempre había rechazado, triste porque 40 años de relación eran menos importantes que un documento. Tampoco Montserrat lo pasó bien, declarando en el estrado lo que parecía obvio, que esas dos personas eran sus padres y que si compartían techo era porque se querían. El juez acabó dándoles la razón y la Seguridad Social tuvo que pagar con retroactividad la pensión de viudedad. Cobra cerca de 800 euros mensuales. 

Pero ahí no acabaron los problemas. El piso de alquiler que la pareja compartía en el Poble Sec, con una renta antigua, estaba a nombre de Juan Fuentes. Al fallecer, el propietario aumentó de 400 a 700 euros la renta, pero sin tocar ni un centímetro de la vivienda, que estaba en mal estado. Isabel se tuvo que marchar. Paga 600 euros no muy lejos de la que fue su casa durante cuatro décadas, pero con la duda de qué sucederá cuando venza el contrato de tres años de alquiler.