DENUNCIA DE FACUA

Alerta social por las niñas objeto

VÍCTOR VARGAS LLAMAS / BARCELONA

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El disfraz no pasa inadvertido, más que por el ingenio, por el diseño: escote de vértigo, hombros al aire y casi toda la pantorrilla a la vista. Un hipotético debate se zanjaría apelando a la sempiterna querencia estética si no fuera porque la ‘percha’ no ha elegido desfilar con ese atuendo de enfermera sexy. El traje se comercializa para niñas de 5 a 14 años, e incluso hay tallas para bebés de un año. Una  apuesta carnavalesca de impacto por la que se decantan algunos padres, pero que ha soliviantado a las redes sociales y ha propiciado la denuncia de FACUA. La asociación de consumidores está tratando de acudir al foco del conflicto y localizar al fabricante de este modelo, así como al de los de policía y bombero. También sexis, sin duda. Disponibles para niñas, por supuesto. Pero no, el catálogo no tiene réplica para ellos.

"Con los juguetes, los niños elaboran su idea sobre el mundo y las relaciones humanas. Con este disfraz, los niños reciben de manera pasiva una vision distorsionada sobre las mujeres y su papel social", explica Teresa Maria Pitarch, presidenta del Institut Català de les dones. Un papel en el que "el único valor de referencia para la mujer es el de la belleza", según Juana Gallego, directora del del Observatorio para la igualdad de la UAB, que destaca que el mensaje llega a niñas y niños, "como un aspecto normal de marcar estereotipos y roles de género”.

Las niñas crecen asumiendo esa “promoción de la sexualidad”, esa necesidad de aparecer como “sumisas y atractivas para sus futuras parejas”, destaca Marta Padrós, profesora de Psicología de la Educación.

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FIGURA HIPERSEXUALIZADA

La gravedad puede aumentar cuando las pequeñas no son las únicas que se familiarizan con ese desempeño “hipersexualizado” de su figura con el único propósito de complacer al adulto. En ocasiones se “naturaliza” tanto ese desfase vital que incluso alguno de los mayores pueden protagonizar episodios de abusos, dice la psicóloga.

“Se lleva al extremo esa sexualidad con propuestas como la de Primark, que comercializó sujetadores con relleno para niñas de 6 o 7 años”, destaca. También recuerda que la tolerancia con algunos aspectos en sectores vulnerables puede derivar en frivolidad y prácticas al filo del precipicio, como las ‘joshi kosei osampo’, las colegialas japonesas que ofrecen servicios de acompañantes a señores, inicialmente con el sexo vetado, pero “a un paso de la prostitución siendo menores de edad”.

INOCENCIA

Cada vez se precipita con mayor premura la llegada de la adolescencia, las ansias de querer ser mayor y, así, "el final de la inocencia" de los niños, expone Padrós. “Se promociona un modelo de construcción de la personalidad en el que la chica se cosifica y el chico figura como un sujeto. Y, claro, el sujeto puede hacer lo que quiera con el objeto, y más en una sociedad tan patriarcal”, sintetiza la psicóloga. Aparece así el germen de problemas de autoestima de la afectada y se abona el terreno para la violencia machista.

“No hay conciencia social de lo que pueden acarrear estas situaciones por lo sutil que resultan a corto plazo en la educación de un niño, de ahí que no lo perciban algunos padres ni las empresas que confeccionan esos disfraces”, destaca Gallego, profesora del Máster de género y comunicación.

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La reacción puede llegar tarde, cuando la pequeña sufra “trastornos alimentarios o bullying' al no ajustarse al patrón estético” imperante. Roles que le llegan desde la TV y la publicidad, pero también por la conducta de padres obsesionados por que sus hijos vistan “pantalones pitillo y camisetas ajustadas”, mimetizando la imagen adulta. “Olvidan que la mejor  indumentaria para ellos es la más cómoda –añade Padrós-, la que se ajusta a su gran prioridad y que los mayores nunca deberían olvidar: jugar como los niños que son”.