DÍA MUNDIAL DEL CÁNCER

Jorge Fernández Díaz: "Era consciente de que podía acabar yéndome a la otra vida"

El exministro del Interior habla por primera vez en público de su lucha contra el cáncer de hígado, de la que acaba de salir victorioso

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MAURICIO BERNAL

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Hace unas semanas, a finales de noviembre, la familia de Jorge Fernández Díaz hizo público a través de un comunicado que el exministro del Interior había sido intervenido quirúrgicamente de una “lesión hepática grave”; que antes de eso había estado sometido a tratamiento durante algunos meses y que su evolución post operatoria era favorable. La “lesión” en cuestión era un tumor cancerígeno que le habían descubierto en marzo, y que durante ocho meses los médicos de la Clínica Universitaria de Navarra trataron mediante radioembolización hepática selectiva, una forma especial y novedosa de radioterapia. Como estaba previsto, el tamaño del tumor se redujo e hizo posible la operación. Dos meses después, Fernández Díaz se declara en la recta final de una dura convalecencia, “al 75% u 80%” de su capacidad física y confiado en que estará al 100% en breve y podrá volver al trabajo. Está curado.

-Hablemos de su experiencia. ¿En qué circunstancias le descubrieron el tumor? Tengo entendido que fue un chequeo de rutina.

-Bueno, la verdad es que fue gracias a mi mujer, que encontró que yo tenía una fatiga que no era normal, que en su opinión no podía atribuirse al estrés. Entonces ella, en contra de mi opinión y aprovechando que en Semana Santa íbamos a ir a Navarra, se ocupó de que me hicieran un chequeo. El miércoles santo, 23 de marzo; tengo las fechas muy grabadas. Si mi mujer no hubiera tomado la decisión de que ese chequeo era necesario, yo no estaría aquí. Mi mujer, el apoyo de mi familia... Eso ha sido fundamental en este proceso.

-¿Se alarmó ella antes que usted?

-Bueno, yo sí notaba algo, pero me había hecho chequeos antes en Barcelona y pensaba: pues será el estrés. La fórmula a la que acudes cuando no sabes exactamente qué te pasa.

-Cuénteme, ¿cómo recibió la noticia?

-Antes de responderle a eso quiero que quede claro que yo no me pongo de ejemplo de nada, lo digo sin falsa humildad ni modestia. Dicho esto, debo confesar que sorprendentemente para mí mismo, lo recibí con mucha paz, una gran paz interior, una gran serenidad. Ni entonces ni durante todo el proceso he estado nervioso, inquieto, preocupado, o al menos gravemente preocupado. La verdad, yo paso la moviola y me cuesta reconocerme a mí mismo.

-¿A qué lo atribuye?

-Le voy a ser sincero. Yo soy una persona creyente, y como creyente que soy creo de verdad que nada sucede por casualidad. Hablamos del azar, de la casualidad o de la fatalidad para describir algo que en mi opinión no es tal. Juan Pablo II repitió en diversas ocasiones que en los designios de la providencia no hay negras coincidencias, y esa es una frase que yo tengo grabada. Entonces tengo la convicción de que, bueno, si eso había pasado, por algo sería.

-O sea, que le atribuye un sentido. ¿Cuál sería?

-Mire, el hombre es un ser trascendente, y la búsqueda de trascendencia se acentúa en los momentos de especial prueba y de especial dolor. Esos momentos en que tienes la necesidad de asirte a algo, un punto de referencia que te dé o bien alguna seguridad o alguna respuesta.

-Entiendo. Cuénteme, ¿en qué consistió el tratamiento?

-Bueno, los médicos me dijeron que la única solución era la intervención quirúrgica. El problema era que por el tamaño y la localización del tumor no era posible actuar en ese momento, por lo que antes había que reducir su volumen hasta hacerlo operable. Afortunadamente, en esa clínica han desarrollado un tratamiento para eso, la reducción de carcinomas, en particular los hepatocarcinomas, algo que se llama radiación embolizadora. En síntesis, consiste en que en lugar de radiarte por fuera te radian el tumor por dentro.

-Un tratamiento delicado, ¿no? ¿No se planteó aparcar el trabajo?

-A juicio de los médicos, el tratamiento me permitía seguir desempeñando mis funciones. De todos modos, si en algún momento estaba especialmente fatigado, pues me organizaba la agenda. Pero tengo la tranquilidad de conciencia de saber que ni mi trabajo ni mi responsabilidad se vieron mermados por la enfermedad.

-Fue un año muy complicado. Laboralmente hablando.

-Sí, el  trabajo era, pues en fin, disgustos. Pero la vida es así, hay que asumirla como viene.

-Lo llevó con mucha discreción. ¿Quiénes lo sabían, aparte de su familia?

-Mire, yo era ministro del Interior en funciones, así que tenía que comunicárselo a quien tenía la facultad de nombrarme y de cesarme, que era el presidente del Gobierno. Fuera de mi círculo íntimo, solo se lo dije a él, y debo decir que en todo momento tuve un apoyo y una comprensión extraordinarios por su parte.

-Hábleme de la operación. No fue entrar y salir, me imagino.

-Como le digo, tengo las fechas muy grabadas: el 23 de noviembre, ocho meses después del diagnóstico, ingresé en la clínica, y al día siguiente me intervinieron. Recuerdo que al cerrar los ojos en el quirófano el reloj marcaba las ocho y cinco de la mañana, y cuando me desperté marcaba las diez. Yo pensé que eran las diez de la mañana, pero no, eran las diez, pero de la noche.

-Todo el día anestesiado.

-Fue una intervención muy compleja, por eso duró tanto. Me sacaron 510 gramos, poco más de medio kilo de hígado.

-¿Cuál es el diagnóstico ahora?

-Estoy bien, gracias a Dios estoy curado. El magnífico trabajo profesional del equipo médico me ha salvado y para ellos solo tengo palabras de agradecimiento y reconocimiento. Yo ahora me siento muy bien, y lo que estoy es esperando a estar al 100% de mi capacidad para reincorporarme al trabajo.

-¿En qué porcentaje está?

-Si yo tuviera que definir cómo me encuentro, diría que al 80%. 75, 80%.

-Cualquier enfermedad nos muestra nuestra propia fragilidad, nos acerca a la mortalidad. Mucho más un cáncer. Supongo que ha pensado en la muerte.

-Eso lo he tenido presente en todo momento, mi fragilidad, mi vulnerabilidad, y he tenido plena consciencia de que, en fin, podía acabar yéndome a la otra vida antes de lo previsto. Recuerdo cuando tras la revisión correspondiente los médicos me dijeron que estaba curado, recuerdo que me dijeron: “No olvides que estás curado y has salvado la vida”. A mí se me quedó grabado: no es que me haya curado de una apendicitis, es que he salvado la vida.

-¿Qué ha aprendido?

-Bueno, yo creo que esa consciencia de que somos mortales te enseña a dimensionar las cosas, a priorizar, a distinguir lo que es importante de lo que no es tan importante, lo que es urgente de lo que es prioritario. Saber poner cada cosa en el lugar que le corresponde.

-Es una nueva perspectiva sobre la vida.

-Es evidente que sí. Una experiencia de estas supone un punto de inflexión en tu vida, es un cambio de rasante. Qué duda cabe de que cuando vives una patología de estas características, hay un antes y un después en tu vida.

-Durante este tiempo tuvo que enfrentar dos pérdidas familiares. ¿Le da, no sé: algún sentido a la acumulación de desgracias?

-La verdad es que sí, para mí el 2016 ha sido un año de prueba, porque a eso hay que sumarle todo lo que es público. Pero gracias a Dios estoy aquí, gracias a Dios y a los médicos. La vida sigue y has adquirido experiencias muy ricas humanamente hablando, que te fortalecen porque te hacen más fuerte ante la adversidad, y eso es bueno.

-Por lo que hemos hablado, me da la impresión de que su familia, su fe e incluso su trabajo son lo que más lo ayudó a salir adelante.

-Sin duda. Digo que sí. El apoyo de la familia es fundamental, fundamental. Pero además, a una persona que me pidiera mi opinión yo le diría: "Mira, sobre todo y ante todo la voluntad y la convicción de que vas a salir adelante es fundamental". ¿Es condición suficiente?, no, pero es condición necesaria. Están los profesionales que hacen su trabajo, pero tú tienes que hacer el tuyo, y hacer el tuyo es poner en marcha esa voluntad de salir adelante y esa convicción de que vas a conseguirlo.