REFORMA LEGISLATIVA PENDIENTE
"Los perros eran como nuestros hijos"
J. G. Albalat
Redactor
Ha trabajado en el Diario de Barcelona, El País y AVUI. Desde hace años en El Periódico cubriendo los acontecimientos judiciales. Premios Ortega y Gasset, Save the Children, Ramon Barnils y Josep Maria Planes por la investigación del 'caso Maristas' sobre abusos sexuales en los colegios. En el 2016, mención honorífica de la Generalitat en el Día de la Justicia. Colaborador de publicaciones jurídicas. Profesor asociado Master de Criminología de la Universitat de Barcelona.
J. G. ALBALAT / BARCELONA
Patricia Giménez, de 39 años, se trasladó desde su Madrid natal a Sabadell hace 14 años. En el 2004, se casó con Sergio Brioa y, a los dos años, tuvieron una niña, Emma, que ahora tiene 10 años. Ocho años después de contraer matrimonio, la pareja se divorció. Los dos eran amantes de los perros y tenían en casa dos: Hades (macho) y Alma (hembra). “Los perros eran como nuestros hijos”, recuerda Patricia.
Hades había sido comprado en una tienda por Sergio, y Alma fue adoptada en la Protectora de Animales de Sabadell. “Toda mi vida he tenido perros y el que era mi marido también”, afirma Patricia. Con el divorcio surgió el dilema de con quién tenían que quedarse los canes. “Un abogado me dijo entonces que con los perros no se podía aplicar ningún tipo de custodia compartida (técnicamente tenencia compartida) porque estaban considerados como una cosa, como si fueran unos lápices”, asegura. “El letrado me dijo que no se podía regular por ley y que lo mejor era llegar a un acuerdo con mi marido”, incide. “La ley no nos ayudaba en nada”, precisa.
Se planteó la posibilidad de quedarse cada uno con un animal, pero a Patricia no le gustaba la idea porque hacía años que los dos animales vivían juntos bajo el mismo techo y, “si los separábamos -recuerda- se morían de pena”. Como ella y su marido, a pesar de la decisión de separarse, tenían una buena relación, llegaron a un acuerdo amistoso. “Yo me los quedé a los dos”, dice Patricia. Así, su hija podía también disfrutar de los perros.
ACUERDO VERBAL
“El pacto fue verbal. Y menos mal que nos llevamos bien, porque si no, ¿cómo lo hacemos con dos perros a los que quiere como hijos y los gastos que comportan? Además, los animales sufrieron con la separación: rompían cosas, arañaban las puertas…. Y les costó acostumbrarse a su nuevo hogar. Por eso, no entiendo que la legislación española considere a las mascotas como un mueble”, insiste Patricia. “Me gustaría que se regulara específicamente la posibilidad de otorgar la custodia compartida de las mascotas en los divorcios”, afirma.
Aunque Patricia se quedó con los perros, su exmarido no perdió contacto con ellos. Los iba a ver de vez en cuando y se quedaban con él cuando ella viajaba. “El amor a los animales no entiende de convenios”, sentencia esta mujer. Hades y Alma ya han fallecido. Patricia y su hija tienen ahora otros dos canes adoptados: Pantuflo y Dalila. El destino decidirá si esta mujer volverá o no a casarse, pero lo que sí que espera es que la legislación se actualice, para el bien de los animales y de sus cuidadores.
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