"Una sola palabra tiene el poder de hundirte o salvarte"

Mayka Soto es traductora de emociones. Su servicio de cartas personalizadas ayuda a regalar sentimientos

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GEMMA TRAMULLAS

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Los científicos acaban de descubrir lo que muchas madres siempre han sabido, que el cerebro cambia con la práctica intensiva de la maternidad y, con él, las prioridades. Mayka Soto es periodista de oficio, pero cuando nacieron sus dos hijos se volcó en su crianza. Tras años de plena dedicación a la maternidad ha encontrado la forma de conjugar su pasión por la palabra, sus habilidades comunicativas y su creciente necesidad creativa a través de Palabras a la Carta, un servicio de escritura de cartas personalizadas de amor, desamor, despedidas, cumpleaños, aniversarios y amistad.

–¿Cuál es su relación con las palabras? Siempre me ha gustado escribir, sobre todo poesía, y trabajo como periodista desde hace 10 años. Pero la necesidad de expresar y canalizar mis sentimientos a través de la escritura se me acentuó con la maternidad.

–¿Por qué? La maternidad es una explosión de sentimientos y muchas mujeres nos sentimos muy solas y aisladas, sobre todo durante los primeros meses de crianza. Escribir poesía me aliviaba. Primero lo hacía solo para mí y más tarde abrí el blog El Gris de los Colores.

–¿Cómo pasó del blog a la página web www.palabrasalacarta.com? Todo empezó después de ver la película Her, que trata de un hombre que trabaja escribiendo cartas para acercar a las personas en una sociedad futurista en la que la gente se relaciona a través de las máquinas. Pensé que sería bonito ayudar a poner palabras a los sentimientos de la gente y con mi amiga Núria C. Mallart, que es escritora, nos pusimos a trabajar en la idea. Mi hijo pequeño iba a la escuela hasta las doce y media y antes de recogerlo yo me dedicaba a diseñar la web. Hice un curso de community manager, nos dimos de alta en Facebook, Twitter y aplicaciones de servicios como Heygo y en febrero pasado empezamos a funcionar.

–Pero si ya nadie escribe cartas. Al principio yo también pensaba que era una locura. Pero a veces queremos hacerle un regalo a alguien y no tenemos el tiempo o el ánimo para ponernos a escribir. Hace tres años murió mi hermana y, durante su funeral, una empleada de la funeraria leyó un texto basado en cuatro preguntas que nos había hecho a la familia. Era demasiado bonito, poco personal, desnaturalizado; aquella no era mi hermana. Yo no fui capaz de escribir nada, pero me hubiera gustado que alguien lo hubiera hecho por mí.

–¿Cuál fue la primera carta que escribió? La prueba de fuego fue una carta de un niño a su abuelo. Tenía que ser capaz de ponerme en la piel de un niño y escribir con un lenguaje sencillo. Cuando la leyó en voz alta, su abuelo y todos los que escuchaban rompieron a llorar. Ahí me di cuenta del poder de la palabra. Para mí, una sola palabra tiene el poder de hundirte o salvarte.

–¿Cómo logra ponerse en la piel del otro? No trabajo a partir de un cuestionario frío, sino que quedo con la persona para que me cuente su vida durante una o dos horas y después tengo que ser capaz de transmitir lo que siente. Una mujer que me pidió una carta me contó que después de leerla nadie creía que no la había escrito ella. Es lo más bonito que me han dicho.

–¿Qué virtudes personales le son útiles? La capacidad de escucha y la intuición; siempre he sido muy receptiva.

–Se nos está olvidando escuchar. Vivimos muy rápido y muy conectados, pero estamos poco acostumbrados a parar y buscar un espacio de silencio para conectar con nuestro interior e intentar expresar lo que sentimos. Todo se enfoca hacia fuera y poco hacia dentro. Escribir es mirar hacia dentro y sentarte con alguien que te ayude a escribir también es mirar hacia dentro porque tienes que esforzarte en explicarle a un desconocido lo que sientes. H