La guerra de los deberes

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MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

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Mientras las escuelas mantengan el formato de las clases magistrales, con un profesor que explica y 25 alumnos que le atienden, y el trabajo individual de los estudiantes no se realice dentro del propio colegio, seguirá habiendo deberes. Este esquema, el de la enseñanza tradicional en su definición más estricta, es el que tendría que modificarse antes de poner fin a las tareas escolares, afirman los expertos. Mientras tanto, la guerra sobre si hay que imponer tareas escolares para que los niños las hagan en casa ha enzarzado este viernes a las familias de los estudiantes de la pública y de la concertada. Los segundos han replicado a la confederación española de asociaciones de padres (Ceapa), criticándole por llamar a hacer boicot a los deberes el próximo noviembre.

La confederación católica de padres de alumnos (Concapa) ha criticado duramente que la Ceapa "aliente a las familias a que sus hijos no cumplan con sus obligaciones educativas, entre las que se encuentran los deberes". Allí está precisamente la diferencia: para unos, los deberes son una obligación educativa. Para los otros, no tiene por qué serlo.

Los deberes “son un síntoma de cómo se trabaja en un colegio”, asegura Francina Martí, presidenta de la asociación de maestros Rosa Sensat, claramente contraria a los deberes. Si este movimiento de renovación pedagógica se opone es, entre otras razones, porque “los niños no solo han de adquirir conocimientos, sino que también tienen derecho a realizar actividades de ocio”, subraya. A ese argumento, que los pedagogos consideran una razón de primera magnitud, se suman los informes internacionales que alertan de que los deberes alimentan las desigualdades sociales entre alumnos ricos y alumnos pobres y de los problemas de salud que pueden originar si se cometen excesos, agrega.

Para el presidente de la Concapa, Pedro José Caballero, en cambio, los "deberes son necesarios para afianzar lo aprendido en el centro educativo, aunque deben ser proporcionados y acordes con el nivel educativo del alumno".

¿QUÉ DEBERES HAY QUE PONER?

¿Y qué se considera proporcionado? La respuesta depende de cada estudiante, de cada escuela, “incluso de cada familia”, apostilla Francina Martí. Hay actividades familiares, prosigue, que permiten a los estudiantes reforzar los conocimientos y habilidades adquiridos en el colegio, “como la lectura, ver una película o ir a un concierto y al teatro”. “O hacer viajes o visitar la propia ciudad, o hablar con gente mayor o con un vecino que tiene un oficio interesante, o cocinar juntos, o ir a comprar y calcular el cambio que le dará el tendero antes de que este le entregue las monedas”, propone. Lo que no han de ser, dice, es "repetitivos y memorísticos".

 “También es cierto –reflexiona la presidenta de Rosa Sensat- que la escuela convencional está cambiando poco a poco, pero sería conveniente, incluso en los centros que quieren mantener el modelo más clásico, que los alumnos tuvieran tiempo para hacer en clase actividades individuales que ahora se les mandan para  casa, como escribir una redacción”.

Las familias de la escuela pública aseguran, según recoge un estudio hecho por encargo suyo, que el 48,5 % de los padres consideran que los deberes de los hijos afectan de forma negativa a su vida familiar.

Ese, interviene Francina Martí, es otro asunto, que va más allá del debate pedagógico de los deberes. "En los útlimos años se ha traspasado a las familias la responsabilidad de explicar contenidos a los hijos, cada vez hay más padres que hacen los deberes con sus hijos y eso no debería ser así, la familia no debe suplir la labor de la escuela", afirma. 

En todo caso, lo que no puede ser, insiste la Concapa, es que se aliente “a las familias a no respetar y cumplir las normas, pues es caso contrario se hace un flaco favor a la educación y a la sociedad", sostiene el presidente de la entidad,  que sugiere que los deberes sean "consensuados" entre familias, centros y profesores.