Gente corriente

Josep Maria Forcada: «Se arrastra mucha carga de angustias del pasado»

Pintor, médico, periodista y prior del Hospital de Sant Pau de Barcelona. Misas, cuadros y visitas a pacientes llenan sus días.

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CARME ESCALES

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Josep Maria Forcada nació en Barcelona en 1941. Lo hizo en la capital catalana porque su abuelo materno era médico allí. Pero a los dos días se lo llevaron a Vic, la ciudad de donde era la familia y en la que residían sus padres. En una gran casa,  de la que hoy solo queda el jardín reconvertido en el Parc Municipal de Can Forcada, su abuelo paterno, farmacéutico, músico y pintor, enseñó a Josep Maria a mezclar las pinturas con el pincel. El nieto heredó así la afición a pintar e, inspirado por la dedicación a los pacientes de su otro abuelo, estudió Medicina.

-¿Quién inspiró su vocación religiosa?

-Tal vez mi tío abuelo paterno, de quien heredé también el nombre. Era sacerdote en misiones, y en 1916 diseñó la cueva de Santa Maria de Queralt (Berguedà), un pequeño oratorio adosado a la roca. En mi casa eran mucho de ir a misa, pero el detonante fue conocer en Barcelona a mosén Alfred Rubio. Yo tenía 21 años, estudiaba Medicina y él me dijo: «¿Y tú no quieres ser sacerdote?».  Y a los 30 años me ordené. Hice un paréntesis en la carrera y, cuando ya era cura, la terminé.

-¿Ejerció como médico?

-Muy poco, pero hice el doctorado en Bioquímica, sobre la afectación del colesterol en personas vegetarianas. Elaboré un estudio de los niveles de colesterol en comunidades de vida monástica como monjes trapenses, cartujanos y carmelitas, que seguían una dieta mediterránea sin carne. No tenían ni colesterol, ni problemas de lípidos.

-El respeto de la voluntad del paciente plantea interrogantes más allá de los médicos.

-Sí, por eso progreso científico y medicina han de seguir avanzando, pero juntamente con las relaciones humanas. Tenemos que poder hablar abiertamente y con naturalidad de temas como el aborto o la eutanasia, para asegurar el respeto de la voluntad del enfermo y su enfoque de la vida. Por eso también pusimos en marcha el comité de bioética del Sant Pau, y antes, en el 92, con el doctor Jordi Huguet creamos la asignatura de Bioética en Medicina en la UAB.

-¿Cuál es su labor en el Sant Pau?

-Soy el prior de una comunidad de tres sacerdotes. Además de las misas en la iglesia del antiguo hospital, en Sant Antoni Maria Claret, 167, y en la capilla del nuevo, visito pacientes a demanda. En Hematología, donde tratan entre otras cosas las leucemias, pasamos una vez a la semana el jefe del servicio, un asistente social, una psicóloga, el jefe de enfermería y yo a ofrecer nuestros servicios a los pacientes, para que sepan que, en su estancia, cuentan con personas que pueden darles apoyo, también espiritual. Nuestra misión no es hacer proselitismo, sino acompañar, especialmente ante la angustia por el mañana incierto.

-¿Qué se necesita en ese momento?

-Hay quien precisa, sobre todo, reconciliarse con su pasado, como una liberación. Se arrastra mucha carga de angustias del pasado. Para irse, la gente necesita estar en paz y sentir que ha valido la pena vivir.

-¿Y si sufren dolor físico, qué les dice?

-El dolor se debe tratar de eliminar siempre, ya nos toca bastante sufrir guerras, terremotos o las injusticias de quien no ama. Dios no dijo que el cielo se gane con dolor, el dolor físico contra el que podemos luchar se ha de quitar, pero en España todavía somos de los últimos países en utilizar morfina y sus derivados.

-Usted es miembro de tres fundaciones del hospital, la de los Muy Ilustres Administradores (MIA) (Generalitat, Ayuntamiento de Barcelona y canónigos), la del Institut de Recerca y la de gestión del centro hospitalario. ¿Cuándo pinta?

—Siempre que tengo algunos días libres. Hace poco he estado tres días en Eivissa, y  después en Cadaqués. Soy pintor de paisajes, con caballete, me animo con la luz y el color, soy un forofo del color. Cuando me pongo, empiezo cuatro cuadros a la vez.