"Una situación que intimide a una mujer nunca debería considerarse como algo normal"

Seducciones que son acoso. Piropos que son asaltos. Insultos sexistas. Comentarios machistas. En la calle. En el trabajo. En la cancha deportiva. En la discoteca. En la fiesta mayor. En una excursión. Las mujeres viven a diario una larga lista de agresiones machistas. Cuatro mujeres que explicaron su historia a Entre Todos cuentan algunas de sus experiencias.

Maria S. Montero, una estudiante de 19 años, se vio obligada durante un fin de semana a huir de un "entusiasta admirador"

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MIRIAM GARCÉS / BARCELONA

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Debería ser sencillo de entender. 'No' es 'no'. Seducir no es perseguir. El acosador nunca es la víctima. Parece, debería, ser sencillo de entender. Pero no lo es, como bien sabe  María S. Montero, una estudiante de 19 años, que vio como un fin de semana de excursión se convirtió en dos días de angustia por un ejemplo de libro de cómo las actitudes y justificaciones machistas están muy presentes incluso en colectivos jóvenes, incluso entre mujeres. A finales de mayo, María participó en una excursión por Ripoll. Fue sola, (¿por qué no?), con ganas de divertirse rodeada de gente de su edad. Lo que no esperaba es que un chico se colgara de ella y que el resto de excursionistas se pusieran de parte del "pobrecito" que se había "enamorado de ella" y que no veía su amor correspondido.

"Durante los dos días de excursión me buscaba incansablemente" --explica María--. "Las obstrucciones de mi espacio vital y las persecuciones fueron constantes. Es agobiante que un chico te persiga entre más de cien personas durante dos días seguidos”. Lejos de aceptar un ‘no’ por respuesta, el chico perseveró, hasta el punto que María se vio obligada a estar más pendiente de alejarse de él que de la excursión. “Fue una carga emocional sentirme controlada todo el rato. Encima, me sentía mal porque me tenía que escapar de otra persona con ayuda de otras chicas”.

EL 'POBRE SEDUCTOR'

Para su asombro, pese a sus quejas el resto de excursionistas no solo no hicieron nada, sino que se lo tomaron a broma. Para los demás asistentes, la víctima era el chico, el pobre seductor al que la indiferencia de la seducida le rompe el corazón. “Lo peor de todo es ver cómo los demás reían, y decían que estaba rechazando al ‘pobre’ chico, bromeando como si se hubiera enamorado, cuando la única que estaba sufriendo era yo”, explica María.

Esta experiencia de María refleja una realidad del machismo: la banalización del acoso, que se da en todos los ámbitos, desde las aulas y el trabajo hasta espacios de ocio. “Una situación que cohíba o intimide a una mujer nunca debería considerarse como algo normal, y nosotras estamos en todo nuestro derecho de rechazarlo, de marcar unos límites”, afirma María.

Para que estos casos de machismo cotidiano y casi invisible dejen de ser considerados normales, María apuesta por la educación: "Desgraciadamente, la tradición cultural nos ha enseñado que sufrir por amor es romántico, y que es bonito que el hombre persiga a la mujer porque está enamorado de ella, cuando en realidad nadie debe sufrir por algo así”, afirma. Lo dicho: 'no' es 'no'. Siempre.