El chip de la inclusión

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TERESA PÉREZ / SITGES

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Un chip ha transformado una lavandería tradicional, donde todo es manual, en un miniuniverso robotizado. Este reino de la colada ha permitido con este sistema dar trabajo a discapacitados a través de unas nuevas tecnologías. En la lavandería del centro de discapacitados intelectuales que tiene la Fundació Ave Maria en Sitges (Garraf) la ropa se perdía porque se caían las etiquetas cosidas en las prendas y a otras al cabo del tiempo se les borraba el nombre del propietario. El lío era descomunal y más en un centro donde residen 60 personas, de 18 a 65 años, y donde los cambios de atuendos son constantes. Los residentes se manchan con mucha facilidad, con tanta que diariamente en la lavandería del centro tiene que hacer una macrocolada de 260 kilos de ropa.

La situación llegó al extremo que se acumulaban montones de cajas con las prendas perdidas. Más de una vez, se tuvo que poner en el centro un tenderete para que familia del interno rebuscara la vestimenta que se había perdido. Las dimensiones del problema eran evidentes y más si se tiene en cuenta que cada persona que llega al centro lleva una media de 80 prendas, estamos hablando de 4.800 prendas que pasaban por la lavandería de la fundación y que había que devolver a sus 60 propietarios. “Tuvimos que reaccionar porque si no las culpas de las pérdidas se las llevaba el personal de la lavandería”, asegura Antoni Reverter, director de la fundación.

EXTENDER LA EXPERIENCIA

Al problema de intendencia que tenía el centro social se aplicó una medida de choque: la robótica que convirtió una lavandería tradicional en una inclusiva. “Decidimos impulsar la robótica y aplicarla a la discapacidad”, afirma Reverter. Y dieron en la diana por partida doble: utilizar la tecnología para mejorar el trabajo y crear puestos de trabajo para personas con discapacidad. Y ahora, van más allá porque pretenden extender su experiencia a otras residencias. 

La lavandería de la fundación la controlan en el turno de mañana Irene, Gerard y Ferran. Hay tres lavadoras, dos con capacidad para 20 kilos y otra para 12 y dos secadoras. En el centro de la sala hay una mesa con un lector de chips conectado a un ordenador y en la pared, estanterías con grandes cubetas de plástico de colores con un chip y en cada caja se ha pegado la fotografía y el nombre del dueño de la vestimenta.

Para evitar que las prendas se pierdan, a cada una se le ha grabado una etiqueta con el nombre del propietario en un papel secante muy absorbente y después se suelda a cada una de las prendas. Si se quiere perfeccionar la técnica hay otra opción que consiste en añadir un chip a la etiqueta. En estos casos la prenda se pasa por un lector situado en la mesa y en la pantalla del ordenador aparece el nombre del propietario y, a continuación, una vez localizado se enciende una luz en la cubeta correspondiente al dueño de la ropa. Así, las personas que trabajan en la lavandería clasifican la ropa gracias a este sistema de chips y de luces LED.

ROBOT Y FINANCIACIÓN

Ahora, la fundación quiere exportar la tecnología y extender este proyecto solidario, que se potenciará y desarrollará con la ayuda financiera de CatalunyaCaixa y BBVA, a otras residencias para que en lugar de lavar la ropa fuera de los propios recintos puedan autoabastecerse y, a la vez, crear empleo para personas discapacitadas porque “la inclusión empieza en casa”, apunta Reverter.

El Instituto de Robótica para la dependencia, de la Fundació Ave Maria, trabaja ahora en un nuevo proyecto que sofistica aún más la lavandería: el diseño de un robot para automatizar todavía más más la colada. Joan Oliver, director del instituto, asegura que la nueva aportación tecnológica automatizará el transporte de la ropa de las habitaciones a la lavandería y de aquí a las habitaciones. Lo tienen todo calculado. El robot les ahorrará más de 2.500 horas anuales de transporte. 

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