Gente corriente

Mercedes Ribera: «Mi secreto para cumplir 101 años ha sido respetar»

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CARME ESCALES

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El 1 de diciembre de 1914 nació en una vivienda de la calle de Trafalgar de Barcelona Mercedes Ribera. Era la segunda de cuatro hermanos, la única que heredó de la abuela materna el amor por la danza. Pasó niñez y adolescencia bailando, mientras los bombardeos de la primera guerra hacían llegar refugiados a la ciudad. Uno de ellos era bailarín de la Ópera de París. «Me dijo: tú vendrás a París a bailar conmigo».

Tras 29 años de asistenta social, centró su jubilación en sus escuelas de danza. Bailó hasta los 75 años.

-¿Y fue? No. Mi familia no me dejó. Yo tenía unos 15 años. Me tuve que conformar con las clases de danza de una agrupación. Luego, con una profesora rusa. Sentía que la danza era mi vida. Del 32 al 36, en el preludio ya de la guerra civil, fuimos a ver ballets rusos al Liceu.

-¿Qué tiene la danza para dedicarle la vida? Es belleza, es poesía, es música, lo es todo.

-¿Estudió música también? Sí, hice piano hasta tercero. De tercero a cuarto ya requería muchas horas de estudio y yo tenía que trabajar. Estudié enfermería. Había sido voluntaria en el Clínic, con los heridos de la guerra, y aquello me motivó. Pero empecé de secretaria en una empresa.

-¿Le gustaba? No, quería cambiar, y un día vi un anuncio en el diario donde pedían una secretaria con conocimientos de francés e inglés. Y yo los tenía. Al decir que era enfermera y que había hecho cursos de psicología, me pidieron que preparase un estudio sobre cómo tratar a un grupo humano para ayudarlo a crecer personalmente, teniendo en cuenta sus diferentes estamentos. Era en la Nestlé.

-¿Cómo ayudar a crecer como persona? Lo primero y más importante es buscar el valor de cada persona en su interior. No todas las personas tienen capacidades para lo mismo, hay que encontrar las de cada uno, respetarlas y ponerlas en valor, porque los valores son los recursos en la vida, con los que cada cual puede promocionarse. Yo creo mucho en aquella frase tan acertada: 'Si le das pescado a un hombre, comerá pescado ese día, pero si le enseñas a pescar, podrá comer pescado todos los días'.

-Luego, ¿cuál fue su función en Nestlé? Fui asistenta social. El director, que venía de Bélgica, conocía experiencias allí de empresas que tenían en cuenta el bienestar del trabajador. Instauramos las revisiones médicas y yo ayudaba al médico. Así conocí a todo el personal. Éramos unos 300. Busqué ayudas sociales para quien no tenía vivienda. Me pasaba el día en el Montepío, el estamento oficial de la asistencia social.

-Mientras tanto, ¿aparcó la danza? No, bailaba con un grupo y daba clases particulares. En 1952, fui a una boda en Girona y, hablando de mi afición a bailar, algunas madres me pidieron que enseñara danza a sus hijas. Me buscaron, incluso, un local en la Rambla, donde abrí la primera escuela de danza de Girona. Luego abrí otra en Barcelona (<i>www. dansamribera.com</i>). Y a los 65 años, cuando me jubilé, me dediqué de pleno a ello. Bailé hasta los 75. He tenido una vida muy completa, solo me ha faltado tiempo para casarme.

-¿Se enamoró alguna vez? Mi corazón lo ocupaba la danza.

-¿Tuvo miedo a perder su libertad? Sí, tal vez amaba demasiado mi libertad. Recuerdo que me hice traer de Argentina el libro de Simone de Beauvoir Le deuxième sexe... Claro que a veces sentí la nostalgia de no estar con alguien, pero la independencia, no tener que pedir dinero para comprarte unas medias, eso es tan valioso...

-Y llegar a 101 años con tanta claridad de mente, ¿lo ha logrado gracias a la danza? Mi secreto ha sido el respeto a las personas. Respetar a cada uno es clave para estar bien. Y apreciar del otro lo más agradable también te hace a ti la vida agradable.