Gente corriente

Pablo Rodríguez: «La solución al calentamiento está en consumir menos»

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OLGA MERINO

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El hielo de la foto procede de la Antártida y se conserva en el Institut de Ciències del Mar de Barcelona, donde Pablo Rodríguez Ros (Cartagena, 1990) realiza su investigación. Licenciado en Ciencias Ambientales por la Universidad de Murcia, acaba de obtener una beca de doctorado de La Caixa, un galardón que le permitirá embarcarse en la primera expedición científica en rodear por completo el continente helado.

Ambientólogo. En breve zarpa en una expedición que circunnavegará la Antártida. La primera.

-¿Cuál será su misión en los hielos? El proyecto consiste en ir navegando por las islas subantárticas y analizar muestras de agua del mar para medir unos compuestos químicos, producidos por unos microorganismos, que al salir a la atmósfera son relevantes en la formación de las nubes. La beca me permitirá medirlo en todos los océanos del planeta.

-Entiendo que la investigación contribuirá a calibrar el cambio climático. Claro, los hallazgos servirán para reducir la horquilla de incertidumbre. Sabemos que la temperatura aumentará entre uno y seis grados de media, pero el margen de error es muy amplio. Entre otras razones, porque no sabemos bien cómo se forman las nubes.

-¿Podemos hacer algo los de a pie para evitar el calentamiento del planeta? Por supuesto. Sería toda una revolución si todo lo que consumiéramos fuera de proximidad, desde el coche hasta la botella de leche. La sociedad actual, los países desarrollados, peca de un exceso de tecno-optimismo -algo inventarán, algún otro combustible descubrirán-, cuando la solución está en reducir, en consumir menos.

-Volvamos a la Antártida. ¿Qué temperaturas le aguardan allí?, ¿soportables? Zarpamos en noviembre, en el verano austral, de manera que estaremos entre los cinco grados y los cinco bajo cero.

-El año pasado también estuvo allí. Sí, a bordo del buque de investigación Hespérides… ¿Sabe una cosa? El barco se botó el año que yo nací y, de hecho, mi abuelo y mi padre participaron en su construcción en los astilleros de Cartagena.

-Caramba, qué casualidad. De pequeño me contaban historias sobre el Hespérides, pero a mí no me interesaban los motores. Yo quería ser explorador.

-Pues de alguna manera lo es. ¿Cuál fue su impresión al avistar el hielo antártico? Después de atravesar el pasaje de Drake durante tres días, en medio de un oleaje y un viento tremendos, vino de repente la calma y apareció un iceberg. Me maravilló la envergadura de esa mole de hielo flotante, ocho veces más ancha que el barco.

-Impresionante. El sonido es extraño y, como la atmósfera es allí tan prístina, no calculas bien las distancias; te parece todo más cercano de lo que en realidad está.

-El sol tampoco se pone en verano. Sales a cubierta y siempre hay un resplandor, una luz violeta... Me he empapado en las expediciones de Shackleton a la Antártida. Cuando piensas que esa gente iba en barcos de madera, se te quita el frío o el malestar que puedas estar pasando.

-Qué locura. Shackleton tiene una frase buenísima sobre los motivos de marcharse a los confines del mundo. Espere, que la busco.

-Espero, claro. Dice: «A algunos les impele solamente el afán de aventuras, otros sienten una intensa sed de saber, los terceros obedecen a la seductora llamada de unas voces quedas, al encanto misterioso de lo desconocido que les aleja de los senderos rutinarios de la vida cotidiana».

-Y usted, ¿con cuál se queda? Sin duda, con la llamada del misterio.