PUEBLOS EN DEUDA

En manos del sol

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2016-05-20-182610 / periodico

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / AGUILAR DE SEGARRA

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Virginio se toma su tiempo para tirar la basura. Recicla el cristal y el plástico. De vuelta para su casa señala un campo en el que debían construirse pisos, al lado del centro social. La crisis evitó que se pusiera un solo ladrillo en este pequeño pueblo del Bages, en Aguilar de Segarra. Las estrecheces, sin embargo, no entumecieron al alcalde, Valentí Riera, que en el 2008 decidió adquirir 48 placas solares. Virginio dice que hubo una reunión en la que se animó a la gente a participar. Pero él está ya jubilado y no quiso aventuras. Lo que sí le gustaría es una tienda para evitarse el coche hasta Manresa, por mucho que el Eix Transversal esté aquí al lado.

Aguilar de Segarra es un municipio de 246 habitantes que incluye los núcleos de Castellar y Les Coromines. Cuenta Núria, que vive en la casa que fue de su bisabuela, junto a la solitaria estación de tren, que en esta misma calle llegó a haber tres comercios. Eran los tiempos, antes de los años 70, en los que el municipio tenía 800 vecinos.

El alcalde recibe a EL PERIÓDICO junto al ayuntamiento. Camino de la planta fotovoltaica, cuenta que su caso no es de despilfarro, ni de bancarrota, que él apostó por "un negocio que, con el tiempo, reportará beneficios al pueblo". Que no es una deuda, vamos, que es una inversión, porque esto generará un beneficio económico, "no como construir una plaza o un teatro".

TECNOLOGÍA ENTRE CAMPOS

Ya en el terreno, situado encima del pueblo, el campamento solar asombra. Casi medio centenar de placas solares que son un derroche tecnológico en medio de un mundo de ganadería y agricultura, las únicas actividades de la zona. Valentí, miembro de Convergència, tiene 73 años y lleva 37 como alcalde. "Ya empiezo a estar un poco cansado, todo ha cambiado mucho...". El caso es que el pueblo tuvo que pedir cerca de dos millones de euros para levantar el complejo, con lo que hoy, cada vecino le debe al banco la friolera de 8.130 euros. "¡Yo no los tengo!", bromeará más tarde la simpática chica que se encarga del bar del casal. 

Valentí está convencido de que el crédito se podrá pagar en el plazo prometido, 12 años, y que una vez saldada la deuda, todo serán ganancias, al margen de lo requerido para el mantenimiento, del que se encarga una empresa externa. La energía que generan las placas se vierte en la red, aunque algún día le gustaría que sirviera para autoconsumo. "Fíjate en aquella torre y aquellas casetas, ahí es donde llega todo de manera subterránea". Cuenta el alcalde que a los pocos meses de abrir el parque solar, "una terrible tormenta" se llevó por delante toda la instalación. "Yo mismo vi las placas volar por el campo", señala. El seguro se hizo cargo de los casi tres millones que costó replantarlas. Cambiaron la base de los plafones, que ahora, por la cuenta que le trae a la aseguradora, son a prueba de bombas.

Sobre un campo de cebada, contempla su obra, ajeno a la deuda virtual que recae sobre sus vecinos. Virginio dice que él lo tiene "todo pagado", que a él no le busquen. Fue taxista durante 20 años y estuvo en la fábrica de Telefunken. Toda una vida trabajando. De sol a sol.