Gente corriente

Anna Sabaté: "La catarsis del teatro nos madura emocionalmente"

La formación teatral que imparte esta actriz ayuda a convertir las emociones en nuestra lupa interior

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CARME ESCALES

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Ponerse en la piel de la otra persona es empatía, el mejor aliado de la comunicación, del teatro, y de uno mismo. Porque, para hacerlo bien, antes, hay que saber -y permitirse- vaciarse de las propias máscaras, ego, miedos y vergüenzas propias y limitantes. El arte dramático es un revulsivo entreno de este útil reset para la vida que aprendió y ahora enseña a dominar Anna Sabaté (Tarragona, 1972). A los 14 años, una profesora la animó a seguir un curso de interpretación, y subir a escena fue su rescate. Allí arriba podía vivir otras vidas. La suya, marcada por el abandono, violencia y abusos sufridos desde niña y guardados secretamente bajo su coraza, junto a mucha rabia e incomprensión, desaparecía cuando entraba en un personaje.

-¿La dureza de las vivencias en su niñez aflora con cada noticia de abusos? Es inevitable. Haber vivido una situación es la mejor manera de entender a quien la atraviesa también. Y detectas el sufrimiento muy rápidamente, porque lo conoces. Entre todo el bullying creciente y la violencia, que son fruto de emociones reprimidas, hay niños que se sienten tan poco protegidos, que son todavía más carne de abusadores. Tienen la vulnerabilidad a flor de piel. Desde la niña que hay en mí, veo su baja autoestima.

-¿Qué hizo, en realidad, el teatro por aquella niña que fue? Lo primero que recuerdo es que me era más fácil vivir encima del escenario. Más tarde, el teatro me fue dando herramientas para entrar en contacto con mi cuerpo, mi voz y mis emociones. Cuando empecé, era un curso de teatro amateur, me enganchó porque me evadía, pero más tarde, en la carrera de arte dramático, fui entrando en contacto con todos mis bloqueos. Y, desde entonces, no he parado de trabajarme.

-Teatralmente, ¿y con otras terapias? Sí, además de cursos de teatro, me he formado paralelamente en terapias de crecimiento personal, como la Gestalt, o el PNL (programación neurolingüística).

-Con todo ello, ¿qué sentía que aprendía? Me sacudía, necesitaba sacarme capas de encima, capas que había ido poniendo como protecciones, las máscaras que me ayudaban a sobrevivir, pero que no me permitían ser genuina, y que fueron cayendo. Fue duro, pero solo haciendo caer todo aquello podía aflorar la auténtica Anna. Todo eso es lo que el teatro logra. Debemos liberarnos de todo lo que impide vivir el personaje que interpretas.

-¿Todo el teatro es así de terapéutico? En su origen ya lo fue. Yo no distingo dos tipos de teatro, en mis cursos (www.annasabate.com) siempre lo he transmitido así, con los valores que me ha aportado.

-¿Cuáles son? Humanismo, generosidad, coraje y humildad, porque el ego nunca debería subir al escenario. La historia que vas a contar es más grande que nosotros, es universal y en ella el espectador puede encontrarse, desde la emoción, puede sentirse tocado.

-En septiembre, 250 escuelas realizarán talleres con los KitCaixa Comunica, herramientas de crecimiento personal y teatro, dentro del programa CaixaEscena de Obra Social la Caixa, en cuya presentación Sabaté participó. ¿Cómo valora la iniciativa? El teatro como herramienta de educación permite a los niños explorar más allá de sus límites. La catarsis del teatro nos madura emocionalmente y mejora nuestro estado vital, nos eleva como personas.

-Y como actriz, ¿cuáles de sus últimas obras destaca? La nostra mort de cada dia, de Manuel de Pedrolo, en el TNC; El desmantellament d'una papallona nocturna, un monólogo de Virginia Woolf, en la Sala Atrium, y Camargate, en el Tantarantana y luego en el Almeria, sobre el encuentro de Alicia Sánchez Camacho y Victoria Álvarez en La Camarga.