Gente corriente

Nina Pawlowsky: «Los buenos sombrereros son todos excéntricos»

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GEMMA TRAMULLAS

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En el 2004, cuando Nina Pawlowsky y Cristina de Prada organizaron la primera Passejada amb Barret de Barcelona, 90 personas acudieron a la cita ataviadas con variopintos cubrecabezas. El año pasado ya eran 1.500 y es probable que este domingo sean muchas más porque llevar sombrero empieza, aún tímidamente, a estar de moda. La convocatoria es a las 12.00 horas en la Rambla Catalunya a la altura de la Diagonal .

Maestra sombrerera. Impulsa la 12ª Passejada amb Barret, que pretende dar alegría a la ciudad.

-Pawlowsky. Un apellido potente el suyo. Soy la penúltima de nueve hermanos. Mi padre era de origen soviético y le enviaron a España durante la guerra civil para reparar los aviones de la República, pero acabó en la cárcel. Él ya tenía dos hijas pero aquí conoció a mi madre, que era alemana, y tuvo siete hijos más. Como éramos tantos hizo de todo para sobrevivir y entre otras cosas fabricó un vodka que llamó Luboff, que era su segundo apellido. Mi familia tiene una historia que daría para 20 contraportadas.

-¿Cuántas veces ha tenido que oír el chiste de que regenta una casa de barrets [expresión catalana que significa prostíbulo]? No tantas, pero a veces pienso que quizá me hubiera ido mejor económicamente [ríe].

-¿Todos los sombrereros son tan excéntricos como el personaje de Alicia en el país de las maravillasLo del sombrerero loco viene porque antiguamente para tratar el fieltro con el que se confeccionaban los sombreros se utilizaban sales de mercurio que eran tóxicas para el cerebro. Pero respondiendo a su pregunta, no todos los sombrereros son excéntricos, pero todos los que son buenos lo son.

-¿Por qué? Porque tienen un punto de locura, de transgresión, de invención, de espíritu crítico... de artistas. La sombrerería tiene una parte de utilidad y otra de personalidad.

-¿Cuál fue su primer sombrero? Uno rojo de angora. Tenía 17 años y lo compré en una tienda del paseo de Gràcia que ya no existe.

-¿Cómo acabó siendo sombrerera? Empecé en los años 80. Soy diseñadora de vestuario para teatro y necesitaba sombreros para una obra. La sombrerería Salvat de la calle del Carme cerraba y me quedé con el taller y parte del estoc. Así empezó mi vida sombrerera.

-No abudan los maestros sombrereros. ¿Quién le enseñó? En las sombrererías Salvat y Mil me enseñaron algo y más tarde pedí una beca para ir un par de meses al taller de Stephen Jones en Londres, que para mí es uno de los mejores del mundo, aunque Philip Treacy se lleve la fama. También estudié en Nueva York con Lola Ehrlich, una fantástica sombrerera de origen holandés.

-Hasta mediados del siglo XX el sombrero era un complemento imprescindible. Llevarlo era una obligación y llegó un momento en que quitarse el sombrero se convirtió en un símbolo de rebelión. Incluso había un movimiento feminista que se llamaba Las Sinsombreristas. Pero la historia es cíclica y el sombrero volverá. Se nota en el aire. Mire los hipsters, por ejemplo.

-¿Qué pasa con ellos? Llevan un sombrero de corte masculino que puede tener un ala más o menos ancha y que suele ponerse un poco hacia atrás.

-¿Qué sombrero se pondrá mañana? Una especie de bicornio hecho de sisal que parece que vaya a salir volando. Voy a parecer una Napoleona [ríe]. El sombrero es un elemento bonito, favorecedor y alegre. Necesitamos alegría, la vida es algo más que sobrevivir. Así que animo a la gente a que el domingo deje la vergüenza en casa y salga con un sombrero a la calle. Todo el mundo es bien recibido, solo es cuestión de llevar algo en la cabeza.