Gente corriente

Frederic Malagelada: «Bajo el agua lo encuentro todo; en el monte, nada»

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GEMMA TRAMULLAS

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Tenía 26 años cuando, en 1962, organizó la recuperación de casi 3.000 monedas del siglo XVII que un temporal había esparcido por la playa de La Barra de Sitges. Su espíritu detectivesco le llevó a relacionar aquel hallazgo con un cruento combate naval de la Guerra dels Segadors, en el que las dos superpotencias de la época perdieron sendos galeones. Las piezas de este puzle fascinante, incluida la localización de los barcos hundidos, las acabó de encajar el arqueólogo Pere Izquierdo, que ayer presentó el proyecto para excavar las naves en la Jornada Arqueológica de Sitges y mañana lo hará en el Salón de la Inmersión de Cornellà.

Historiador subacuático. Buceando en el mar, en archivos y en bibliotecas, tejió la historia de un gran naufragio en Sitges.

-¿Cuándo se sumerge por primera vez? Nací en Sitges y el mar es lo mío. De niño me zambullía sin nada y luego usé unos lentes como los del pionero del buceo Hans Hass. He sido nadador y cazador submarino. Bajo el agua lo encuentro todo, pero en la montaña no encuentro ni una seta ni nada.

-¿Y con escafandra? En España se empezó a usar en 1951 y en 1957 me enrolé en una expedición submarina a bordo del Cruz del Sur. Ramon Padrol fue mi instructor y me inculcó el veneno de los libros y del escafandrismo. Con él organizamos el rescate de las monedas.

-¿Cómo relacionó aquellas monedas con la Guerra del Segadors? Yo ya sabía lo que era la arqueología submarina y un tesoro submarino. Con el tiempo, fui encontrando referencias de un combate naval frente a Sitges que había pasado desapercibido. El 1 de julio de 1642 se hundieron dos galeones, el Guisa de la armada francesa y La Magdalena, de la española. Según Pere Izquierdo, las monedas serían de La Magdalena, que llevaba la paga a los soldados castellanos sitiados en Roses.

-Debían ser naves impresionantes. Son las naves hundidas documentadas más importantes del litoral español. Imagíneselo: ¡a un lado Felipe IV y el conde duque de Olivares y al otro Luis XIII y Richelieu! Pero usted como periodista debería huir de la idea del tesoro y destacar su valor artístico y arqueológico.

-Vaya, ya me ha estropeado el titular. [ríe] Yo no encontré oro. Lo interesante no es el pequeño tesoro de las monedas sino que sirvieron de gancho para saber qué pasó y descubrir la categoría de los barcos.

-¿Su mejor aventura subacuática? La del San Pedro de Alcántara, hundido en Peniche (Portugal) en 1786. Transportaba siete millones de pesos en oro y plata y 13.000 quintales de cobre. Y ¡alto! también a los presos de la rebelión de Túpac Amaru en Perú, incluido el hijo, que se salvó.

-¡Caray! ¿Qué queda por ver en el fondo? Casi nada, porque está muy excavado. Es la emoción de meterte en aquel mar tan frío e imaginarte la escena del naufragio.

-Habrá tenido relación con investigadores marinos y cazadores de tesoros. Cousteau simpatizó mucho conmigo y Sténuit -un fuera de serie que se adelantó a Cousteau- me invitó a su casa de Bruselas. Con el cazatesoros Mel Fischer [que halló el tesoro del galeón Nuestra señora de Atocha] nos carteábamos. Yo no he hecho grandes cosas. Soy abogado y durante 30 años trabajé para la editorial Bruguera, que me ataba mucho. Lo mío es la historia.

-Su biblioteca es espectacular. Es la mejor biblioteca de historia del Penedès y el Garraf. Solo de tema submarino hay 2.400 libros, sobre todo de naufragios.

-¿A sus 80 años aún se sumerge? Sí, con limitaciones. La inmersión es equilibrio hidrostático, el problema es subir luego al barco. Hace poco me tiré con mala mar y sin traje y al subir me lesioné. Pero cuando empiece la excavación del Guisa y La Magdalena saltaré el primero al agua.