OPINIÓN

Peligro en la escuela ¿Está Catalunya preparada para hacerle frente?

A diferencia de los países anglosajones, el mundo hispánico no se ha enfrentado a los abusos sexuales a menores

Puerta del colegio de los Maristas de Sants-Les Corts, el miércoles.

Puerta del colegio de los Maristas de Sants-Les Corts, el miércoles.

IRENE BOADA

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Una de las películas favoritas para ganar los Oscars del 2015, ‘Spotlight’, explica cómo en el año 2002 un grupo de periodistas denunció unas docenas de curas católicos que habían violado a niños y niñas durante décadas y que las autoridades eclesiásticas, lejos de haber frenado y denunciado el caso, lo estuvo escondiendo sistemáticamente. Los curas violadores eran, sencillamente, trasladados a otras escuelas donde continuaban llevando a cabo sus crímenes.

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Casos muy parecidos se han producido en otras partes y en los países anglosajones han sido investigados y juzgados, y las víctimas han recibido millones de euros de compensaciones por parte de la Iglesia en los casos destapados en los Estados Unidos. La diferencia es que el mundo hispánico no se ha enfrentado a estos problemas ¿Cómo nos podemos arriesgar a pensar que Catalunya es diferente? De hecho, en Catalunya los errores se han producido a todos los niveles de la sociedad, como señala el Síndic de Greuges, Rafael Ribó.

EL CASO DE IRLANDA

En Irlanda,  la reacción inicial de la Iglesia Católica fue negar lo que había pasado. También acusó a las víctimas de intentar buscar compensaciones, y hasta las llegó a amenazar con acciones legales. Cuando el número de demandantes aumentó, inspirados por las primeras víctimas valientes que denunciaron las violaciones y ataques sexuales de manos de curas y profesores, entonces el Estado irlandés intervino y llevó a cabo investigaciones oficiales. Estas pesquisas, sumadas a las informaciones de los medios de comunicación, han desenterrado el secreto del abuso a menores en la sociedad irlandesa.

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Después de décadas de abuso infantil en las escuelas, tanto públicas como religiosas, la sociedad irlandesa es mucho más segura para los niños y las niñas. En el año 2006, la Iglesia Católica irlandesa estableció el Consejo Nacional para la Protección de la Infancia, para desarrollar políticas de prevención de abuso infantil. El resultado ha sido el impulso de buenas prácticas de evaluación hechas por profesionales experimentados en la protección de violencia sexual a menores. Por ejemplo, una medida que se tomó fue que un cura no puede estar solo en una sala con un niño o una niña, siempre lo ha de hacer acompañado.

Las víctimas en Irlanda, EEUU y Australia han tenido acceso a una terapia psicológica y a una compensación económica adecuada por la destrucción de sus vidas. Son sociedades que, en conjunto, están muy sensibilizadas en materia de protección de menores, viéndolo como lo que es, una de las peores aberraciones que puede existir. Ya hace años que cualquier persona que lleva a cabo una colaboración con una escuela ha de tener el certificado de penales como requisito indispensable.

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CULTURA DE PROTECCIÓN

La cultura en protección es un eje central en la formación del profesorado y de los profesionales que tengan relación con los niños. Por ley, el personal de la escuela está obligado a detectar cualquier tipo de abuso. Cualquier arañazo o moratón que pueda presentar un niño o una niña ha de ser denunciado y es un crimen no hacerlo. Todas las escuelas británicas e irlandesas tienen una figura clave en el centro, la persona encargada de protección de los menores, a quien se le ha de hacer llegar cualquier tipo de sospecha, que es inmediatamente denunciada a la policía.

Estos recursos sirven tanto para denunciar la violencia doméstica como escolar. Obviamente, también es obligación de los profesores denunciar cualquier signo de violencia psicológica que pueda presentar el menor. La escuela es el lugar clave donde detectarlo. Los británicos tienen leyes de salvaguarda del menor que están muy centradas también en la prevención de la agresión. La violencia al menor no es menor. Recordemos las víctimas. Manuel, el padre de uno de los niños agredidos en los Maristas dice que su hijo no quería vivir.