LOS EFECTOS DE LA EPIDEMIA EN LA FEDERACIÓN RUSA

El sida se desboca en Rusia

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MARC MARGINEDAS / MOSCÚ

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Fue una auténtica terapia de choque para un país acostumbrado a orillar cualquier mención pública a las palabras VIH y sida. El pasado 1 de diciembre, en un programa de debate en la pequeña cadena opositora Dozhd, el presentador Pável Lobkov reveló al público que portaba el virus de la inmunodeficiencia humanavirus de la inmunodeficiencia humana. Visiblemente agitado, Lobkov relató para la menguada audiencia de ese canal por suscripcion no solo haber descubierto la infección en el 2003, sino también la falta de comprensión con la que se topó tras el diagnóstico, con una retahíla de rechazos procedentes de doctores, dentistas y demás personal sanitario, reacios a tratarle por dolencias que en nada tenían que vez con el síndrome. "No es una mala cosa que se hable de forma real (del sida); y en Rusia es un problema real", proclamó aquella noche con voz trémula.

La propagación del virus que causa el sida ha vuelto a ocupar la atención de los medios de comunicación rusos, después de que las autoridades sanitarias reconocieran recientemente que la cifra de infectados registrados en el país desde 1987, año en que se constató el primer caso en la Unión Soviética, había superado el millón de personas. Se cree que el número real de infecciones desde entonces podría elevarse a 1,5 millones, ya que muchos pacientes temen acudir al médico por miedo a verse discriminados. En la actualidad, según cálculos extraoficiales, habría más de un millon de seropositivos supervivientes en Rusia. Entre los adultos, la enfermedad afectaría a un 1% de la población. Pese a que EEUU cuenta con el mismo número de infectados, tiene una población dos veces mayor.

EL 55% DE LAS INFECCIONES EUROPEAS

"Son cifras muy elevadas", admite, en conversación telefónica, Vadim Pokrovski, a la cabeza del Centro Federal para el Combate contra el SIDA. Y según sus cálculos, lo peor podría estar incluso por venir. "En nuestro país, cada cinco años, el número de infectados se multiplica por dos", constata, lo que equivaldría a tener, en el 2020, más de dos millones de seropositivos, convirtiendo a Rusia en el único país donde crecen la tasa de infección de la epidemia, un dato que contrasta no solo con el resto de Europa, sino también con el África subsahariana, en donde el ritmo de seroconversiones se reduce. Se estima que el 55% de las infecciones en Europa sucede en territorio ruso.

Activistas de oenegés con contacto con los afectados, así como los expertos en la enfermedad, consideran que la política del Gobierno rusa, basada en valores morales conservadores y en la que apenas se presta atención a la prevención y difusión de información, además de vincular drogodependencia y delincuencia, está contribuyendo a disparar la cifra de enfermos. Los tratamientos con metadona para los heroinómanos están prohibidos por ley, "porque es considerada un psicotropo", se indigna Masha Preobrazhénskaya, de la Fundación Andréi Rylkov, pese a que la ONU la calificó en un informe del 2009 como una forma eficaz de luchar contra el contagio de VIH. Las autoridades "no quieren reconocer que existe un grave problema, ni hablar de ello en público", explica. 

REPARTO DE JERINGUILLAS

El reparto gratuito de jeringuillas entre los heroinómanos no está financiado por las autoridades y se halla en manos de pequeñas oenegés que apenas cuentan con un puñado de voluntarios en sus filas, mientras que la ley que prohíbe la propaganda homosexual dificulta la difusión de la información sobre las vías de contagio entre individuos del mismo sexo que mantienen relaciones. En el 2013, dos hombres enmascarados, armados con bates de béisbol, atacaron el centro LaSKYLaSKY de San Petersburgo, donde se explicaba a la comunidad homosexual local cómo impedir el contagio.

"En otros países estas políticas han funcionado; deberíamos probarlas también nosotros", demanda Pokrovsky. Solo en el año pasado, Rusia registró 90.000 nuevos afectados por el VIH, una cifra que palidece ante los 3.000 contabilizados en Alemania, el país europeo con la tasa más baja de infección. 

El Gobierno, responde al desafío con propuestas como la realizada por Víktor Ivanov, al frente del Servicio Federal para el Control de Drogas, partidario de internar en campos de trabajo a los drogodependientes que están cumpliendo penas de carcel por delitos menores. La idea, aplicada durante la era soviética para el alcoholismo y otras adicciones, ha sido rechazada por activistas y expertos, por falta de evidencia científica acerca de su eficacia. "Estos centros nunca demostraron resultados, y fue un logro que los cerraran", respondió en abril a The Moscow TimesThe Moscow Times, Oleg Zykov, del Instituto de Salud Narcológica de la Nación.

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