CENTENARIO DE UNOS ACONTECIMIENTOS NOVELESCOS

Bausen, una historia de amor y muerte (2)

El cementerio de Bausen, donde el párroco se negó a enterrar a Teresa de Belana.

El cementerio de Bausen, donde el párroco se negó a enterrar a Teresa de Belana. / periodico

MAURICIO BERNAL

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Francisco de Doceta y Teresa de Belana se habían juntado sin la bendición de la Iglesia y ella no podía ser enterrada como una cristiana más en el cementerio del pueblo. “Hay que entender todo en el contexto del tiempo y el lugar –reflexiona el sacerdote de Vielha Josep Amiell–. Así eran las cosas entonces. En los cementerios había un apartado donde eran enterrados los no católicos o los niños que no habían sido bautizados, o los que hubieran vivido en una situación irregular, como estos dos muchachos”. Fue con toda seguridad la oferta que le hizo el sacerdote a Francisco, pero a este no le habrá parecido una gran idea marcar a su mujer como paria.

“De repente, todo el pueblo a la vez y sin que ninguno se quedara al margen, comenzaron a construir a unos 400 metros del pueblo un nuevo cementerio. Todos trabajaron con ganas. Algunos con el corazón iracundo por aquella situación”, escribe Joan Bellmunt en Vall d’Aran, un pais de llegenda. Es la versión que ha llegado hasta nuestros días, la de un pueblo  indignado, espontáneo y solidario que decide hacer causa común y levantar un cementerio propio para Teresa. No un simple agujero en medio de la montaña, no solo una tumba con su lápida y sus flores: un cementerio. La diferencia, arquitectónicamente hablando, es peregrina, el muro, pero para Francisco significaba mucho. Lo levantaron en una noche según la versión más extendida. Pero, de nuevo, hay más de una interpretación de lo ocurrido.

UNA CITA OBLIGATORIA

“En esa época estaba muy extendida la figura del vediau –dice el guía cultural Ricard Novell–, que era una reunión obligatoria de los vecinos para organizar los trabajos comunales que surgían en el día a día, y a esa reunión tenía que acudir alguien de cada casa”. Aquel 10 de mayo la situación era complicada: por un lado había un párroco que se negaba a enterrar a una vecina y por el otro un hombre atribulado que quería despedir con dignidad a su enamorada; una tesitura que ameritaba convocar una reunión. “El vediau era sagrado. Los vecinos podían estar a matarse, pero si había convocatoria, alguien de la casa tenía que estar allí”. Es un dato capital: es muy probable que después de rechazar la bendición de la Iglesia, Francisco y Teresa sufrieran una suerte de repudio social, y que en esa misma línea ayudar a Francisco en su tesitura, así porque sí, no fuera lo que primero se les vino a la cabeza. Pero el vediau los blindaba. El vediau era sagrado. Quién sabe. Puede que fuera así. Es solo una teoría.

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De teorías está hecha la historia porque no ha sobrevivido ningún documento, y si ha llegado hasta hoy ha sido por el camino de la tradición oral. La alcaldesa de Bausen, Véronique Noëlle, ha rebuscado en los archivos del pueblo y no ha hallado nada: ni partidas de nacimiento ni el certificado de muerte de Teresa, por ejemplo. Pero la tumba está ahí, y es elocuencia toda ella. “A mi amada Teresa –reza el epitafio–, que falleció el 10 de mayo de 1916 a la edad de 33 años”. Con el tiempo se ha convertido en el principal reclamo turístico de este pueblo de apenas 63 vecinos, y los senderistas que tienen por obligatorio recorrer las montañas de los alrededores suelen desviarse por El Coret a mirar o rendir tributo. “Hay muchas historias en el valle, pero tan romántica como esta, ninguna”, dice Noëlle, que para el centenario de la muerte de Teresa tiene previsto organizar un homenaje, colocar una placa con la historia y acaso señalizar el camino hacia el pequeño cementerio.

Años después de la muerte de Teresa, Francisco se trasladó con sus hijos a Francia. Murió allí, y antes expresó su deseo de ser enterrado junto a ella. Pero la guerra civil se interpuso.