Gente corriente

Ana Lombard: "Mejor frenar excesos y aprender a saborear"

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CARME ESCALES

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Comidas familiares que, se disfruten o se soporten, siempre conllevan una previa organización y, si son en casa, compras y horas de elaboración, son la punta del iceberg del estrés que generan las fiestas de Navidad, final y principio de año, y Reyes. Gasto, compromisos, aglomeraciones y copiosos menús, en tiempo de crisis, es el punto de mira de un estudio liderado por Ana Lombard, terapeuta -de sangre portuguesa pero cultura francesa- que ayuda a educar las emociones y a gestionar el estrés.

Sofrología y cráneosacral son en su mano la batuta que aúna armónicamente cuerpo y mente en el concierto del bienestar.

-¿Gestionar? ¿No sería mejor evitarlo? El estrés es una respuesta natural del cuerpo ante una situación o cúmulo de ellas que no sabemos encauzar. Para evitarlo, hay que dar con su origen, porque lo primero que evidencia el estrés es confusión, una falta interna de concierto. El estrés aumenta la producción de hormonas como el cortisol, o la adrenalina, que hace que el cerebro active la musculatura y la circulación de la sangre. Mientras, la mente crea pensamientos de defensa, estrategias para protegernos, y el organismo crea más sudor. Estamos en alerta.

-Un primer consejo... Una técnica tan barata que nadie le da importancia: la respiración.

-¿Tan clave es? La respiración es tu enlace con la vida y la muerte. El primer latido te trae a la vida, y el último te saca de ella. La respiración te hace responsable de ti mismo, de tu organismo, consciente de ella, tomas las riendas. Toda herramienta para dirigir tu vida está dentro de ti. El corte del cordón umbilical es nuestro primer signo de libertad.

-¿Por qué estresan las fiestas? Prisas de última hora para comprar, exceso de gasto, aglomeraciones y comidas abundantes, y las dificultades económicas que han obligado a ajustarse en todo ello, son causas del estrés de las fiestas que, según nuestro estudio sobre un centenar de personas, cuatro de cada diez de ellas sufre. Sería mejor detener excesos y aprender a saborear alimentos y relaciones.

-¿También las que imponen las fiestas? Esas tienen un peso crucial en el estrés de estos días. La Navidad provoca una mezcla de emociones, muchas veces contradictorias entre lo que se hace y lo que se siente. La obligación y el agotamiento, en parte por vivirlo todo como roles establecidos, sin crear consciencia sobre el valor de lo que hacemos, acaba desvirtuando las fiestas, pierden su valor. A eso, sumemos el recuerdo que aflora de navidades en la infancia y de personas que ya no están. Por eso melancolía, alegría, tristeza y ternura conviven estos días. El estrés de las fiestas encara alegría y tristeza, y despierta el espíritu solidario con las personas necesitadas.

-Denos otro consejo. Meditar. Pero meditar en cualquier lugar, en cualquier momento. Detenerse, respirar, relajar la musculatura y la mente, observar lo que sucede y aceptar. Meditar es conectar con tus capacidades para deshacer los nudos que la confusión y las contradicciones crean en nuestro interior. Con unos minutos basta. Todos los estados emocionales forman parte de la normalidad. No hay emociones positivas o negativas, solo agradables o desagradables. Gestionarlas significa localizarlas, observarlas y comprenderlas. No puedes perdonar si antes,no entiendes. Si no se identifica algo que no funciona, no se puede tratar.

-¿Por qué cuesta tanto detenerse? Mirar al interior a muchos causa respeto, miedo. Muchas veces porque nos falta vocabulario emocional. Ese es el mejor regalo que nos podemos hacer: saber identificar qué sentimos, con palabras. Y decirlo.

-¿Con qué palabra se identifica usted? Bienveillance. Lo aprendí de mis padres: significa mirar con ternura a las personas, sin frustración, con buena voluntad.