El consumo callejero de fentanilo no se ha detectado en Europa
Uno de cada diez adictos que reclaman ayuda sociosanitaria en Catalunya lo es a la heroína
Guillem Sánchez
Redactor
Periodista de sucesos. Antes trabajé como redactor de sociedad en la Agència Catalana de Notícies (ACN).
Profesor asociado en la Facultat de Comunicació i Relacions Internacionals Blanquerna.
Libros Publicados: 'El Estafador' (Editorial Península) y 'Crónica del Caso Maristas' (Ediciones B).
GUILLEM SÀNCHEZ / BARCELONA
Mientras Barcelona organizaba sus Juegos Olímpicos, la heroína devastaba miles de familias en Catalunya. En los centros de tratamiento de adicciones, una de cada dos personas que pedía ayuda lo hacía porque estaba enganchada a este opiáceo. Transcurridos 23 años, esta población se ha reducido exponencialmente. Pero existe.
Según los datos más recientes, que recogen los casos atendidos durante el 2013, ahora solo una de cada diez personas que llaman a la puerta de un Centro de Atención Sociosanitaria (CAS) lo hace por su adicción a la heroína. La mayoría de las atenciones se deben al consumo excesvio de alcohol, seguido de lejos por el de la cocaína. El cannabis activa tantas actuaciones como el caballo.
El subdirector general de Drogodependencias de la Agència de Salut Pública, Joan Colom, explica que el consumo de esta droga se ha estabilizado y no se ha producido ningún repunte en los últimos años. Pese a que a la policía ha llevado a cabo, con un año de diferencia, dos golpes que han permitido la intervención de importantes alijos de esta droga, hay evidencias que demuestran que no ha aumentado en consumo.
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Colom sí admite que no resulta fácil saber si el modo en que la consumen ha cambiado. Este conocimiento solo se obtiene a través de encuestas a la población y “difícilmente” los entrevistados reconocerán que están enganchados a esta droga y si habitualmente se la fuman, esnifan o inyectan. Aun así, nada indica que haya cambiado la tradición que asocia la heroína con las jeringuillas.
Los heroinómanos registrados en Catalunya y atendidos en estos centros son unos 1.154. Su perfil se corresponde con el de un hombre, de mediana edad, a menudo extranjero y “en riesgo de exclusión social”. Suelen ser originarios de países del Este, del Magreb o de Italia.
SIN RASTRO DEL FENTANILO
El fentanilo no ha llegado a España. Ivan Fornís, responsable del servicio de análisis de Energy Control, entidad que estudia la drogodependencia, subraya que aquí el uso de este opiáceo, a diferencia de la alarma que ha desencadenado en Estados Unidos, se limita al ámbito médico. “No existe su consumo recreativo”, sentencia. Si hubiera llegado a Catalunya se habría detectado “fácilmente” en las salas de venopunción supervisada.
El Observatorio Europeo de las Drogas cuenta con un “sistema de alarmas” que previene a todos los estados cuando aparece una substancia nueva en el continente o una forma nueva de consumo vinculada a una droga antigua. Nada de eso ha ocurrido con el fentanilo.
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Si los toxicómanos no han cambiado la heroína por este nuevo opiáceo se debe al hecho de que el caballo es más “económico” y a que el efecto del fentanilo es “brutal” pero “breve”, enseguida se desvanece.
Este analgésico, mucho más potente que la heroína, produce al entrar en contacto con el organismo, una “sedación euforizante”. La relajación proporciona “bienestar” pero los efectos secundarios son una “disminución de la capacidad de concentración, náuseas, vómitos y elevación de la temperatura corporal”.
BAJO LLAVE
La ley española obliga a las farmacias y a las distribuidores a mantener medidas de seguridad estrictas para almacenar todos los estupefacientes, como el fentanilo. Deben estar “bajo llave”, subraya la directora técnica de un almacén farmacéutico de Girona. Cada transacción comercial en la que interviene uno de estos medicamentos debe quedar certificada por un vale. Este acredita que ha salido de un almacén para ir a una farmacia, por lo común hospitalaria, o que una de estas oficinas ha vendido un producto a un cliente.
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