EL SUFRAGISMO EN ESPAÑA

¿Hay un 'voto femenino'?

Victoria Kent. «Hoy espeligroso conceder el vo-to a la mujer», dijo en 1931.

Victoria Kent. «Hoy espeligroso conceder el vo-to a la mujer», dijo en 1931.

NÚRIA MARRÓN

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Adiferencia de Gran Bretaña, el sufragismo en España y Catalunya no llenó las calles de octavillas ni policías furibundos, pero se fue musculando entre las minorías ilustradas, los colectivos feministas y las formaciones políticas hasta protagonizar agitados debates en las Cortes Constituyentes de 1931. En aquel momento, muchas mujeres de izquierdas y sufragistas temían que el voto femenino, entonces menos ilustrado y auguraban que más influido por la Iglesia, torpedeara los ideales progresistas que se abrían con la República. Y fue entre el derecho superior al acceso a las urnas y la oportunidad del momento que balanceó la batalla.

De pie en la bancada, Victoria Kent, del Partido Radical Socialista (las mujeres podían ser elegidas, pero no electoras), aseguró que estaba renunciando «a un ideal» al pedir que se aplazara el sufragio femenino. «Señores diputados, no es cuestión de capacidad, es cuestión de oportunidad para la República (...) Hoy es peligroso conceder el voto a la mujer», argumentó. A lo que Clara Campoamor, del Partido Radical, replicó que no había "ninguna razón ni justicia capaces de negar tal derecho a las mujeres", y defendió el voto femenino "independientemente de que gustase o no el resultado de las urnas".

"LA CLARA Y LA YEMA"

Las Cortes alumbraron el sufragio, sí, pero también se convirtieron en una gran charca misógina. La prensa, que tanto jaleaba la dialéctica parlamentaria, en cuanto las ponentes fueron dos mujeres tardó cinco chistes en llamarlas «la Clara y la Yema». Manuel Azaña se despachó con que la sesión había sido «muy divertida»; el diario Informaciones se descolgó con que «dos mujeres en la Cámara y ni por casualidad están de acuerdo», y el diputado Hilario Ayuso se apuntó al gran estribillo de la época al asegurar que «el histerismo impide votar a la mujer hasta la época menopáusica».

Finalmente, la propuesta salió adelante con 161 votos a favor y 121 en contra, se convirtió en la gran prueba de la acusación cuando en las elecciones de 1933 ganó la coalición conservadora, y Campoamor pasó a recibir trato de apestada: en adelante ningún partido quiso tenerla en en sus filas. Cuando solo tres años más tarde las izquierdas se unieron y ganaron las elecciones, nadie mentó el sufragio femenino ni a Campoamor. Y en 1959, olvidada por todos en Suiza, escribió: «Creo que lo único que ha quedado de la República fue lo que hice yo: el voto femenino».

¿SON LAS MUJERES MÁS CONSERVADORAS?

¿SON LAS MUJERES MÁS CONSERVADORAS?Desde entonces, las papeletas femeninas alimentan leyendas que a menudo apuntan en direcciones contrarias. Se dice de las mujeres que son más «conservadoras» y «reacias al cambio», al tiempo que se subrayan sus inquietudes sociales. ¿Se puede entonces hacer un cribaje? Pues aunque la complejidad difícilmente se puede aprisionar, los últimos barómetros sí apuntan en algunas direcciones.

Por lo general, las mujeres muestan mayor indecisión en las fechas previas a las elecciones, seguramente, apuntan los analistas, porque, sufriendo en primera línea el paro y los recortes, son más reticentes a dar fiabilidad a las propuestas. En el barómetro de octubre del CIS, el 26% de las encuestadas se mostraban indecisas, por un 18,2% de los hombres.  También las encuestas han ido pulsando entre las mujeres un descontento mayor con los partidos mayoritarios y, en el último informe del CIS, la mayoría se decantaba por el PSOE (20,7%) mientras que los hombres lo hacían por el PP (18,7%).