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Jordi Vizcaíno «Voy descalzo a todo; a todo quiere decir hasta a las bodas»

Renunció hace dos años a usar zapatos. Tiene sus razones. Halla su encaje en una sociedad calzada.

«Voy descalzo a todo; a todo quiere decir hasta a las bodas»_MEDIA_2

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MAURICIO BERNAL

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-¿Nunca? ¿No usa zapatos nunca?

-No uso zapatos el 99% del día. Solo cuando tengo que ir en moto, y en ese caso me pongo los zapatos igual que me pongo los guantes y el casco. Aunque no son zapatos normales.

-Son…

-Zapatillas minimalistas. Unas zapatillas con dedos, ¿como los guantes, sabe? Fueron el primer estadio de mi evolución, por cierto.

-¿Hace cuánto que renunció?

-Hace dos años que voy descalzo a todo. A todo quiere decir hasta a las bodas.

-¿Por qué?

-Bueno, verá, yo estudié educación física y soy entrenador de deporte, y un día, hace tiempo, cayó en mis manos un libro, Nacidos para correr. Ahí estaba todo. Lo leí y enseguida empecé a usar las minimalistas. Fue una decisión laboral y personal al mismo tiempo. Laboralmente quería probarlas para ver si empezaba a trabajar con ellas.

-Sí, pero, ¿por qué?

-Se trata de que el pie tenga toda la funcionalidad, como las manos. Que pueda desarrollarse y moverse libremente. Si la funcionalidad del pie está desarrollada al máximo, el cuerpo se beneficia.

-¿Usted se ha beneficiado?

-En varios sentidos, sí. Había tenido que dejar de correr por una operación de rodillas, por ejemplo, y ahora he vuelto a hacerlo. Aunque es posible que los cambios que yo percibo sean subjetivos. Puede haber otras causas. No se puede descartar.

-Cómo fue el cambio: ¿de un día para otro?

-Poco a poco. Empiezas saliendo descalzo pero con las zapatillas en la mano, y de este modo vas cogiendo seguridad. «Vale, no me voy a clavar nada», te dices.

-Eso. Clavarse cosas. Hacerse daño. ¿Nunca le ha pasado nada?

-Los objetos cortopunzantes los tenemos estigmatizados por el hecho mismo de llevar zapatos. Siempre había una abuela diciendo: «Nene, te vas a cortar». La ventaja de ir descalzo es que miras más el suelo. En dos años me he clavado dos cosas, dos cristalitos, y eran invisibles al ojo humano. Siempre vas con un ojo en el suelo, pero al final es como conducir, hay muchas cosas que haces automáticamente. Además: mire.

-¿Si?

-Se ha formado callo. El pie se sirve de sus propias herramientas para protegerse: de los cristales, del calor, del frío, de todo.

-Sí, el frío. Llega el invierno.

-El cuerpo es capaz de regular su propia temperatura. En invierno o en verano.

-Y la lluvia...

-Igual. Como sabe todo el mundo, la capacidad del binomio zapato/calcetín de secarse tras la lluvia es nula, mientras que si vas descalzo solo tienes que pasar los pies por el ojo de aire del baño y ya está.

-¿No sufre para entrar en los sitios?

-Si salgo de noche no me dejan entrar en ningún sitio, por eso cuando salgo llevo zapatos. En los aviones te obligan a llevarlos, por seguridad. En las tiendas de ropa me han parado varias veces, pero en los restaurantes no, curiosamente. Tengo muchas conversaciones al respecto.

-¿Con la gente, en la calle?

-Sí. Porque siempre salen a colación los mismos tres argumentos: la higiene, la seguridad y la estética. Y casi siempre se reduce todo a la estética, a esa idea de que ir descalzo es de tirado, de sucio.

-¿Y usted qué dice?

-Bueno, pues como yo estoy seguro de lo que hago, siempre tengo argumentos. Intento empatizar, pero lo que no quiero es causar molestias en ningún sitio. Así que si no me quieren, me voy.