INVESTIGACIÓN PSICOLÓGICA
El agente que imagina a los criminales
Enrique Soto, jefe de la sección de Análisis de Conducta de la Policía Nacional, busca fisuras para entrar en la mente del delincuente
El cadáver apareció tumbado sobre la cama, con las manos atadas a la espalda y una bolsa de plástico en la cabeza, sujetada con cinta aislante alrededor del cuello. Los agentes de la Policía Nacional de Valencia tomaron fotos de su habitación, entrevistaron a vecinos y familiares, buscaron huellas y restos de ADN en el domicilio. Arrancó una investigación modélica para detener al asesino. El único problema es que no había ningún asesino.
El inspector Enrique Soto se incorporó al caso casi 12 meses más tarde, cuando todo estaba bloqueado. Se acercó al crimen “desde otro enfoque”, recuerda. Se interesó por la víctima y comenzó a interrogar a sus allegados. Lo que contaban de su vida no cuadraba con lo que él era en realidad. En sociedad se presentaba como un ejecutivo de éxito. Pero ni tenía mucho dinero, ni muchas mujeres. Era “pobre y solitario”, explica Soto. A veces incluso alquilaba coches de lujo para acudir a las fiestas.
Como 'El impostor', el retrato que Javier Cercas hace de Enric Marco -el presidente de la Amicale de Mauthausen que no había pisado ningún campo de concentración nazi-, se había empeñado en construirse una ficción. Eso puso la lupa sobre la víctima.
DE PELÍCULA
Soto repasó sus últimos días de vida con “otros ojos”. De repente, un servicio de vídeo online arrojó una pista que desenredó la madeja. Había visto justo antes de morir la película 'La vida de David Gale'. En esta cinta de Kevin Spacey los protagonistas simulan un homicidio con un suicidio. Todo encajó. La víctima, incapaz de revelar con una autolisis que su vida había sido un fraude, se mató con un doble objetivo: huir de la tristeza de su existencia real salvaguardando su construcción fantasiosa. Nada como un crimen macabro no resuelto para darle un final memorable que lo haría perdurar.
{"zeta-legacy-despiece-vertical":{"title":"El protocolo VERA","text":"El nombre del protocolo VERA es el acr\u00f3nimo de\u00a0las palabras v\u00edctima, escena, reconstrucci\u00f3n y agresor. Es el primer sistema validado acad\u00e9micamente para analizar conductas criminales. Est\u00e1 formalizado desde el 2012 y ha sido elaborado por Enrique Soto. La existencia de una metodolog\u00eda fija de trabajo permite que sea posible ense\u00f1arlo y exportarlo. Por eso universidades del Pa\u00eds Vasco, Murcia o Madrid lo imparten."}}
El inspector, tras resolver el caso, cogió la maleta y regresó a Madrid. Allí lidera la Sección de Análisis de Conducta. La unidad científica busca restos biológicos. Ellos buscan fisuras para colarse en la mente del criminal. “Somos la primera parte de cada capítulo de la serie ‘Mentes Criminales’ porque no intervenimos en las detenciones”, bromea.
El rastro que dejan las acciones de una persona da muchas pistas sobre su personalidad. Si es “meticulosa, ruidosa, descuidada u ordenada”. Saber recogerlas permite trazar un perfil del sospechoso, para descartar candidatos y estrechar el círculo.
Soto es el padre de esta unidad, pionera en España. En su tesis doctoral en Psicología desarrolló el protocolo VERA, por el que ya se han interesado policías tanto españolas como extranjeras. La chilena, la canadiense y la rusa entre ellas.
HOMICIDIO CAMUFLADO COMO SUICIDIO
Al poco tiempo se topó con un caso opuesto al de Valencia. Un homicidio que su autor trató de camuflar bajo un suicidio. El asesino era el marido; la víctima, su mujer. Escarbando en el pasado reciente de ella aparecieron planes “a corto, medio y largo plazo”, enumera. Hacer el camino de Santiago, por ejemplo. Además, se quería divorciar pero pensaba esperar a que pasara la celebración de un familiar para anunciarlo. “¿Tiene la delicadeza de silenciar su separación para no arruinar un cumpleaños y se termina matando justo antes?”, se preguntó el inspector. Este nuevo planteamiento le condujo hasta el marido.
Soto ha trabajado en casos famosos como los de José Bretón, Marta del Castillo o el violador de Ciudad Lineal. En el primero echó una mano para identificar a través del tono de voz y de su gestualidad pequeñas contradicciones de un hombre con nervios de acero frente a los interrogadores. En el segundo sometió a Miguel Carcaño a un detector de mentiras cerebral y se iluminó el cerebro de Carcaño cuando apareció una localización donde podría estar enterrado el cuerpo Marta -no apareció-. En el tercero, tras analizar la escena del crimen de Antonio Ortiz, aportó un dato: no tenía antecedentes penales. No era verdad, los tenía.
“No siempre acertamos”, reconoce. Su trabajo es ofrecer nuevas “hipótesis” para investigar los casos. “Somos una herramienta policial más”, razona. Los criminales también tienen psicólogos. Y un diván: la escena del crimen.
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