ACCESO A LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS

El peso del vídeo bajo demanda

Netflix reclama en EEUU proteger la calidad del servicio y Vimeo, una internet neutra

Interior de una zona de servidores en la empresa Google en Estados Unidos.

Interior de una zona de servidores en la empresa Google en Estados Unidos.

CARMEN JANÉ / BARCELONA

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Los servicios que más ancho de banda consumen y que causan los mayores cuellos de botella son los audiovisuales, y de estos, los contenidos interactivos y los vídeos bajo demanda. Hace unos años, las operadoras clamaban contra los programas P2P libres, que permitían el intercambio de grandes archivos entre usuarios, por el ancho de banda que les consumían. Algunas los restringieron de facto.

Esto y la presión legislativa a instancia de los productores de contenidos que los veían copiados ilegalmente y otros problemas como la poca facilidad de uso y los virus acabaron con ellos, pero dejaron a una amplia masa de la población internauta reclamando vídeo bajo demanda.

La televisión por internet y servicios como Youtube y Netflix han hecho que sea necesaria una calidad de servicio que los operadores pretenden hacer pagar a las empresas que los precisan. «Aplicaciones como Netflix reclaman acuerdos interterritoriales entre operadoras para dar prioridad a sus servicios», recuerda Domingo. La entrada de las operadoras de telefonía en este mercado (Imagenio de Telefónica y las TV de Orange y Vodafone) no ha remediado la situación, ya que ellas sí son dueñas del canal y pueden autoasegurarse la calidad necesaria.

Pero no todas las empresas son iguales. Mientras Netflix presionaba a las operadoras por asegurar su calidad de servicio en EEUU, en Europa su competidora Vimeo firmaba una carta abierta al Parlamento Europeo en apoyo de la neutralidad de la red.

«Si una pequeña empresa ha de competir con otras que están pagando para que sus servicios siempre pasen primero, no va a tener mucho margen», recuerda el activista Thomas Lohninger.

Las operadoras también justifican los servicios dedicados a la telemedicina o los coches sin conductor, unos argumentos que no convencen a los activistas.