ENTREVISTA

Charo Barcia: «Es normal tener miedo, pero no lo pierdes si callas»

Esta mujer puso fin a 25 años de malos tratos. Denunció y a él solo le cayeron seis meses. Ahora sigue peleando por todas.

Charo Barcia, retratada esta semana en Santa Coloma de Farners.

Charo Barcia, retratada esta semana en Santa Coloma de Farners.

EVA MELÚS

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P odría haber sido una noche más. La noche del 25 de julio del 2011, Charo Barcia se negó a tener sexo con su marido. Él, borracho, la agarró del cuello. Su hija Núria, que entonces tenía 13 años, se lanzó contra él. «¡A mi madre no le vuelvas a hacer eso! ¡Ojalá te mueras!», le gritó. Barcia se quedó petrificada. 20 años atrás, ella también se había lanzado al cuello de su padre y le había gritado las mismas palabras. Esa madrugada, la mujer reunió por fin el valor para acabar con 25 años de maltrato físico y psicológico, hacia ella y hacia sus dos hijas. Barcia, recogió cuatro cosas y huyó de su casa, en Alicante, rumbo a Sant Hilari de Sacalm, la ciudad en la que había crecido, dispuesta a volver a empezar.

«La decisión más difícil de mi vida no fue marcharme, sino dejar a mi hija mayor, Bea, en Alicante. Ella tenía 21 años y yo no podía romperle la vida», explica con voz temblorosa. Barcia se llevó a su hija pequeña con ella a Girona. La empresa en la que trabajaba en Alicante, que conocían su situación, no dudaron en facilitarle el despido para que pudiera cobrar la prestación e intentar salir adelante.

Después de unos meses de tranquilidad, Barcia recibió una llamada. Alguien le avisó de que su marido había ido a Sant Hilari. «Dijo que venía a rebanarme el cuello y a llevarse con él a mi hija». Fue entonces cuando se decidió a denunciar. «El juez, en aquella ocasión, se portó muy bien conmigo», explica. «Mi exmarido le explicó que él estaba dispuesto a ir a la cárcel, pero que yo iría al cementerio», continúa. Ante tal evidencia, el magistrado dictó una orden de alejamiento de 500 metros a Barcia y a sus hijas, además de prohibirle la entrada en la provincia de Girona. También le quitó la licencia de sus tres armas. «Durante los últimos seis años durmió siempre con una escopeta cargada o un cuchillo al lado de la cama», asegura la mujer.

Llamadas y amenazas

Barcia firmó en la notaría la renuncia de la casa que compartía con su exmarido. «Recibía llamadas y amenazas continuamente, de él y de su familia. Yo no quería saber nada más de ellos. Pensé que renunciar a la casa era una manera de romper el vínculo y que me dejarían tranquila», asegura.

Hace un mes que se celebró el juicio, pero su maltratador solo ha sido castigado con seis meses de cárcel. Como no tiene antecedentes penales, no irá a prisión. «Casi todo ha quedado desestimado por un defecto de forma, porque dicen que no hay fechas de los episodios de maltrato y no está bien argumentado», explica Barcia. «El juez no ha tenido en cuenta las declaraciones de mis hijas, porque dicen que están muy apegadas a mí y tan solo se ha castigado la última amenaza, en enero del 2015, porque contaba con un testigo», asegura esta superviviente. «En cambio, mi marido sí tuvo una buena defensa, que parecía conocer cómo funciona el tema de la violencia de género, y se ha tenido en cuenta su alcoholismo como atenuante. Dicen que cuando bebía no era suficientemente consciente de lo que hacía», explica.

La mujer asegura que después del chasco que ha supuesto el resultado del juicio lleva semanas estudiando leyes y entrevistándose con expertos. «Ahora me estoy enterando, por ejemplo, de que una víctima de violencia de género tiene derecho a que se le guarde el puesto de trabajo o que los hijos de las mujeres maltratadas tienen derecho a ser escolarizados inmediatamente en el mismo lugar en el que están siendo acogidas», relata emocionada.

Hacer visible el problema

Esto, continúa, no lo hace por ella, sino por todas las mujeres que están siendo maltratadas. Barcia ha decidido explicar su historia porque cree que es la única manera de hacer visible la violencia de género. «Hasta que las mujeres no salgamos a explicarnos, con nombres y apellidos, la sociedad no va a entender lo que está pasando. La violencia de género no dejará de ser el cómputo de muertas que aparece en el telediario. Cuando sale una mujer hablando con la voz distorsionada, para mí sigue siendo una víctima. Es normal tener miedo porque te puedan hacer daño, pero el miedo tampoco lo perderás si callas», señala.

«Hay que explicarlo todo desde el principio. Yo fui la típica tonta que no reconocía que lo que mi novio hacía conmigo no era amor, sino celos y posesión. También tuve vergüenza de hablar de violación, porque creía que era normal que tu marido impusiera ciertas normas. Pero eso tiene que acabar. Yo he hecho de esto mi vida», concluye esta mujer de titanio.