Sócrates la lía en clase

La clase de Filosofía de Merlí Bergerón (Francesc Orella) en el Institut Àngel Guimerà de TV-3.

La clase de Filosofía de Merlí Bergerón (Francesc Orella) en el Institut Àngel Guimerà de TV-3.

NÚRIA NAVARRO

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Soy Merlí y quiero que la filosofía os haga trempar», avisó Bergerón en el primero de los 13 capítulos de la serie de TV-3. «Estoy hasta los cojones de la gente que opina que la filosofía no sirve para nada […]. Ahora solo importa qué empresa montaremos, cuánta pasta ganaremos… La filosofía sirve para reflexionar sobre la vida, sobre el ser humano y para cuestionarse las cosas, quizá por eso se la quieren cargar. La encuentran peligrosa. Filosofía y poder tienen una tensión sexual no resuelta». Difícil definir mejor la esencia de la disciplina. Y el mérito es de Héctor Lozano (Sabadell, 1974), el guionista único de la serie.

Lozano, que ya había firmado guiones de Jet lag, Vent del Pla y La Riera, cuenta la genealogía de esta serie deliberadamente escrita en las antípodas de Física y Química: «Hace tres años un amigo profesor me explicó cómo hacía las clases de literatura en un instituto público. Me dijo que se encargó de un niño con agorafobia y que había hecho trampas en un concurso literario para motivar a los chavales… Y pensé: '¡Aquí hay un protagonista!'». Justo en aquel momento Lozano comenzaba Filosofía en la UB «por gusto», porque a los 17 años tenía otras cosas en la cabeza y tardó cuatro años en completar tercero de BUP y COU.

En las aulas de la facultad, a Lozano le sedujo el profesor Nemrod Carrasco, que entonces impartía Historia de la Cultura, y acabó pidiéndole asesoría técnica. «En julio del 2012 vino al despacho y me soltó: 'Soy guionista, estoy preparando una serie que va a tener éxito y me gustaría contar contigo porque eres el profesor que más me ha inspirado'», recuerda Carrasco. Lozano ya tenía los seis primeros capítulos hechos, y había que escoger los autores que más se adecuaran a las tramas. Pasado ese capítulo se invirtió el método: las historias se fueron construyendo en función de los filósofos.

«Tenía claro que el contenido no debía ser demasiado denso como para desalentar -explica el guionista-.

De 35 secuencias hay dos filosóficas». Y por esas «dos» desfilan los peripatéticos, Platón, Maquiavelo, Aristóteles, Sócrates, Schopenhauer, Foucault, Guy Debord- «tuvimos que acudir a este tipo procedente del marxismo lukacsiano para el capítulo de las redes sociales, pero al final quedó apañado», se ríe Carrasco-, Epicuro, los escépticos, los sofistas, Hume y Nietzsche. «Lo curioso es que a la hora de ensamblar tramas con filósofos nos salían los clásicos más que los contemporáneos -señala el profesor-, una muestra inequívoca de que en la antigua Grecia la filosofía se consideraba un modo de vida y que, a medida que ha pasado el tiempo, se ha ido separando de ella».

Del aula al salón

En el ecuador de su emisión, y a juzgar por el casi 20% de audiencia que registra, la serie ha roto los muros de las despobladas aulas y se ha instalado en los salones. El 99% de los mensajes en Twitter son buenos o muy buenos («antes no me gustaba la filosofía y ahora sí», es uno de los que ha sabido a gloria al guionista). Los críticos de televisión la aplauden. Los profes la recomiendan («alguno hasta ha copiado la forma de exponer el mito de la caverna de Platón del capítulo 2»). Han registrado más de 70.000 bajadas del primer capítulo en TV-3 a la carta, y más de 50.000 del segundo.

Un éxito que tiene que ver también con la veintena de personajes pastoreados por el seductor Francesc Orella. Y por la ambigüedad moral de Merlí -«él pone en jaque lo establecido y cruza líneas delicadas, que es lo que remueve conciencias», según Lozano. A lo que el asesor filosófico añade: «Merlí cumple algunos de los requisitos de Sócrates: transgresor y con capacidad de motivar, interrogar y provocar a sus discípulos».  Su fin no será con cicuta, sino con segunda temporada.