El primer rincón de pensar

La maestra Roser Admetlla en una clase de filosofía con sus alumnos de P-5 en el colegio de Argentona.

La maestra Roser Admetlla en una clase de filosofía con sus alumnos de P-5 en el colegio de Argentona.

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ

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En un momento en que el conocimiento y la información fluyen a la velocidad del relámpago y en que el ritmo vital de los niños parece marcado por las pantallas, el que algunos chicos -chicos pequeños, de 4, de 5 años- sean capaces de escuchar a un compañero con atención, valorar las cosas con sentido crítico y exponer razonamientos de un modo ordenado resulta casi excepcional. Esos niños existen, vaya si existen. Es el caso, por ejemplo, de los alumnos de unas 150 escuelas de infantil, primaria y secundaria de Catalunya y Baleares que aplican el programa educativo Filosofia 3/18, puesto en marcha por el Grup d'Innovació i Recerca per a l'Ensenyament de la Filosofia (Grup IREF).

«Desde que hay filosofía en el colegio, los profesores hemos detectado un cambio significativo de actitud entre los estudiantes: de entrada, son más respetuosos entre sí, entre otras razones, porque están aprendiendo desde pequeños que todas las opiniones son válidas, aunque no coincidan con las suyas», cuenta Mònica Jiménez, directora de la escuela pública Argentona (Maresme), uno de los centros que siguen el Filosofia 3/18. Esta actividad, que todos los alumnos del colegio (excepto los de P-3) ponen en práctica una vez por semana, tiene su origen en la Philosophy for Children que Matthew Lipman inició en 1969 en Estados Unidos.

Su inspiración fue la filosofía pragmática y «el objetivo, que cada estudiante pueda interiorizar el proceso de una investigación como método de trabajo para su propio desarrollo», defendió Lipman, que concibió el programa como una combinación de talleres creativos mediante la discusión filosófica.

En la clase de P-5 del colegio de Argentona, el debate de esta semana ha sido intenso. Los alumnos, guiados por su maestra, Roser Admetlla, han empezado con una discusión sobre qué normas van a regir, hasta final de curso, sus disquisiciones filosóficas. «Habría que levantar la mano para pedir permiso para hablar», propone un muchacho, que en seguida se convierte en uno de los más participativos de la sesión. «Sí, vale, pero que los que hablen, no digan tonterías», sugiere Núria, otra jovencita muy activa. «Que la gente piense bien las cosas antes de hablar», zanja la rubita Nora.

«No se trata de enseñar filosofía, de explicar Platón o Aristóteles a niños tan pequeños, sino de estimular maneras de pensar y de razonar a partir de las distintas escuelas filosóficas», precisa Glòria Arbonés, directora del Grup IREF y continuadora del legado que en Catalunya iniciaron, en 1984, los filósofos Josep Maria Terricabras, Irene de Puig y Eulàlia Bosch, entre otros. «Ellos diseñaron los primeros  materiales, que fueron especialmente pensados para cada franja de  edad», agrega Marta Martí, educadora de la misma entidad.

Así, en la etapa de infantil (entre los tres y los seis años), los niños trabajan con cuentos, canciones y obras de arte -de Picasso, Miró o Kandinski-, a partir de los que elaboran conceptos y razonamientos. En primaria (hasta los 12-13 años), empiezan a adquirir nuevas habilidades, individuales y sociales, a través de los sentidos, descubriendo la naturaleza y haciendo uso del lenguaje en todas sus dimensiones. «Incorporan el hábito de la reflexión y empiezan a plantear preguntas fundamentadas», destaca Arbonés. Más adelante, ya en el instituto, con la ESO (educación secundaria obligatoria), «se adentran en cuestiones de lógica, de ética, de estética y de filosofía del lenguaje», prosigue la directora del IREF. A esa edad, el debate se hace ya a partir de películas e historias en las que se plantean los conflictos adolescentes.

Una red de filoescuelas

El programa tiene también un impacto  sobre el profesorado. «Es inevitable que los adultos, a medida que avanza el curso, vayan cambiando su forma de pensar y de ver las cosas. Las reflexiones de los alumnos también calan en ellos y les hacen reflexionar», observa Arbonés. Los docentes reciben formación específica del IREF para saber cómo abordar los distintos temas de debate que se planteen en clase. Hasta hace unos años, antes de que empezaran los recortes educativos, los cursos contaban con financiación pública. «Ahora hemos creado una red de filoescuelas, formada por una treintena de centros, que pagan una pequeña cuota», indica Martí. Los colegios adheridos «participan en el intercambio de experiencias».