La innovación educativa topa con el escollo de unas aulas inadecuadas

Alumnos de ESO del institut Ernest Lluch, en el Eixample de Barcelona.

Alumnos de ESO del institut Ernest Lluch, en el Eixample de Barcelona.

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Los 61 alumnos de primero de ESO del instituto Viladomat, en el distrito del Eixample de Barcelona, empezaron ayer las clases buscando quién entre sus nuevos compañeros de aula calzaba su misma talla de zapato. Y tratando de localizar también a todas las personas nacidas en un mismo mes del año. El Viladomat, que abre por primera vez sus puertas este curso 2015-2016, es uno de los institutos que han empezado a apostar por el aprendizaje por proyectos, sin libros de texto convencionales y a través del trabajo colaborativo.

«Hemos comenzado el primer día con una dinámica de grupo para que los alumnos se vayan conociendo, ya que vienen de colegios de primaria distintos», explica la directora del centro. «Es un proyecto ilusionante, la verdad. Los profesores están muy motivados y los niños vienen muy ilusionados», subraya Neus Quimasó, presidenta del ampa del nuevo instituto, que se estrena tras una década de reivindicaciones vecinales.

Aunque el Viladomat esquiva con un proyecto pedagógico potente las limitaciones que suponen los módulos prefabricados en que se encuentra -«nosotros no nos quejamos, son completamente nuevos», insiste la directora-, lo cierto es que el tamaño, la configuración y la distribución de las aulas son, en la mayoría de los casos, un escollo para aplicar la renovación pedagógica que tanto pregonan los expertos educativos y que empieza a calar en muchos centros catalanes. «Es difícil, con la estructura física que tienen las escuelas actuales, incluso las que se construyeron en los últimos años del tripartito, y con la organización del propio sistema educativo que se puedan introducir cambios. Las aulas constriñen y a los maestros y los equipos directivos no les queda otra que seguir con el modelo tradicional», señala Montse Ros, asesora en materia educativa de CCOO.

«Lo que se está haciendo nuevo en otros países de Europa plantea espacios totalmente distintos a los que se están viendo por aquí, especialmente en la pública, pero también en muchas concertadas. Allí las nuevas escuelas tienen espacios de encuentro, espacios que van tomando distintas funciones a medida que se usan, espacios que propician distintas actividades», agrega Ros.

TRANSFORMACIÓN NECESARIA

TRANSFORMACIÓN NECESARIA Mesas con ruedas que facilitan, llegado el caso, el cambio de posición; pupitres modulables que permiten las agrupaciones de alumnos de distintos tamaños; desaparición de tabiques y apertura de ventanas hacia el exterior, la nueva escuela ya no trabaja con los alumnos alineados frente a la pizarra o la tarima del profesor. Este, al contrario, se mueve por el interior del aula, prestando atención al trabajo de los estudiantes, a los que atiende de forma individualizada.

«No hay transformación si no cambian los espacios y también los horarios», advertía recientemente el pedagogo y sociólogo, Jaume Carbonell, exdirector de Cuadernos de Pedagogía. Las aulas han de transformarse porque, en la mayoría de los casos, «las clases ya no son magistrales, unidireccionales», destaca Carbonell, que es autor del libro Pedagogías del siglo XXI. El ritmo de cada clase lo marcan tanto el profesor como los alumnos. Estos trabajan en equipo y por proyectos y el currículo se desarrolla a partir de sus intereses. De hecho, los centros que aplican el modelo dan clase no solo en el aula, que es amplia (para que los alumnos se dividan), sino también en el patio o en equipamientos de la ciudad.

Con todo, en los últimos tiempos parece que existe cierta sensibilidad por parte de la Administración. Es el caso, por ejemplo, del instituto Quatre Cantons, en el barrio del Poblenou de Barcelona o del ayer inaugurado colegio de Els Encants, también en la capital catalana. «Estaría bien que todos aquellos que están innovando pusieran en común sus inquietudes e hicieran públicas propuestas arquitéctonicas para estimular la renovación», sugiere Montse Ros. De este modo, prosigue la educadora, se podría incluso preparar una planificación para los próximos años con los criterios a tener en cuenta cuando se acometan reformas u obras nuevas de equipamientos educativos.