LA NUEVA SENSACIÓN JUVENIL

Swaggers: chicos de centro comercial

Swaggers: chicos de centro comercial

Swaggers: chicos de centro comercial / periodico

VÍCTOR VARGAS LLAMAS / BARCELONA

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Primero fue el fuego. Comunidades reunidas alrededor de una hoguera que les proporcionaba calor y permitía diversificar su dieta. Con el descubrimiento de la electricidad, los grupos se arremolinaban alrededor de los electrodomésticos para relacionarse y mejorar sus condiciones de vida. Ahora es el turno de la wifi, eje galvanizador de las relaciones sociales que vienen. Habrá a quien le resultará frívolo comparar dos de los grandes avances de la historia de la humanidad con una mera conexión inalámbrica a internet. No así al nuevo grupo social que ha hecho de la tecnología móvil su germen y elemento de transmisión asociativa. Son los swaggers, fenómeno mayoritariamente desconocido para el público adulto que se expande a la velocidad de la fibra óptica por ciudades de todo el mundo.

Empezaron dejándose ver alrededor de la tienda Apple de plaza de Catalunya, en Barcelona, espacio ideal para satisfacer sus prioridades: conexión gratis a internet, relacionarse entre ellos y lograr el reconocimiento a su estilo de propios y extraños. Ese criterio estético es la característica que da nombre a su denominación, y está profundamente influido por el trap, una rama del hip-hop, y su grandilocuente puesta en escena callejera. También les atrae el reggaeton, el dembow y la facción más radical siente devoción por Pxxr Gvng, banda con temas tan transgresores como 'Tu coño es mi droga'. Se estila el pantalón pitillo, camiseta holgada, zapatillas deportivas y gorra dura para ellos; shorts y tops ceñidos para ellas. «Estilo es estar a la moda, tener buen gusto, pero sin reglas, a tu manera», explica el Italiano, de 15 años. Transversalidad que se aprecia en el origen geográfico: vienen de ciudades de toda Catalunya, como Vic o Manresa. Y destaca la precocidad del fenómeno: tienen de 13 a 16 años.

Imprevisibles

Un espectro tan heterogéneo explica la buena acogida entre los chavales. Incluso quienes no se identifican con el nuevo grupo valoran el swag, el concepto de tener estilo. Menos sintonía hay entre los adultos de los centros comerciales. En La Maquinista desconcertó que en las últimas semanas hubiera concentraciones «de más de 200 swaggers» los viernes por la tarde, según fuentes próximas a la dirección. Aunque siguen frecuentando la plaza de Catalunya, se constata un fenómeno expansivo del colectivo, que poco a poco coloniza nuevos espacios. Los locales de Starbucks y la superficie comercial Splau, en Cornellà de Llobregat, son otros de sus espacios predilectos, con la innegociable presencia de wifi, por supuesto.

Necesitan vivir constantemente conectados y no conciben una jornada sin consultar redes sociales. Plataformas virtuales a las que no suelen acceder los mayores, que ven cómo la presencia multitudinaria de los chavales en esos espacios les ha cogido con el paso cambiado. «Son difíciles de controlar porque se mueven por toda la superficie en numerosos grupos, de forma imprevisible, pero de repente se comunican por el móvil y van todos en tromba a un mismo espacio», explica una fuente en La Maquinista.

Aunque algunas de esas concentraciones fulgurantes se deben a una pelea, no se trata de un problema de seguridad, ya que la mayoría de los chicos no son agresivos. Pero la misma fuente admite «desconcierto», tanto por parte de los centros, como de las autoridades. Como consecuencia, el 31 de julio hubo un dispositivo de los Mossos d'Esquadra en los accesos a La Maquinista para pedir la documentación a los chavales que presentaban perfil swagger. La intención, meramente disuasoria, surtió efecto: los chicos se disgregaron en las semanas siguientes por sus otros espacios predilectos.

Entre estos lugares se encuentran las discotecas de la ciudad exclusivamente para menores, como Famee o InTime. Los 7 u 8 euros que cuesta la entrada son todo un capital para chavales que mayoritariamente no están en edad de trabajar. De ahí que resulte clave un factor situado en la cúspide de su escala de valores: la popularidad. «Eres popu cuando molas, y cuando le molas a mucha gente las discos te eligen para que seas RPP (sic) [relaciones públicas]. Tú entras gratis y tú decides quién no paga», explican Negro y Álex.

Exhibición

¿Y cómo se consigue notoriedad? Risotadas y muecas de vergüenza hasta que Harold se anima a hablar. «Haces cosas que te permitan conseguir muchos me gusta en las redes sociales: vistes con estilo, posas guay y lo cuelgas en Facebook e Instagram». Son frecuentes las imágenes de chicos con el torso desnudo y pantalón al límite del pudor. Las chicas juegan con el vértigo del minishort o directamente lucen tanga.

También se logra fama participando en Kiwi o en Ask.fm, redes sociales de preguntas habitualmente comprometedoras. Nada puede desentonar con una filosofía adquirida a caballo entre el potencial de las redes sociales y el afán exhibicionista y ostentoso del centro comercial. «Somos chulos, somos guapos, tenemos estilo -dice el Italiano-. Estamos aquí para que nos miren».