NUEVAS TENDENCIAS EN EL CONSUMO

Tomates como los de antes

MARÍA G. SAN NARCISO / BARCELONA

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Los tomates. Esa hortaliza indispensable de la dieta mediterránea, de los gazpachos y de los salmorejos. Traída por los colonos de Chile y Perú y convertida, untada en pan, en uno de los platos más representativos de la cocina catalana. Un producto básico que, a pesar de su alto valor gastronómico, histórico y cultural, y su utilidad en la cocina, no está pasando por su mejor momento. Y es que quién no ha escuchado últimamente eso de «los tomates de ahora ya no saben como los de antes».

Efectivamente. Los tomates de hoy en día no tienen el mismo sabor, principalmente porque no son los mismos. La razón se debe a que cada vez se consumen más variedades intensivas importadasde gran producción y resistencia al transporte, que las variedades locales tradicionales. Según datos del Departament d'Agricultura de la Generalitat, entre los años 2005 y 2013, la producción de tomate descendió en Catalunya más de un 40% y se perdieron unas 900 hectáreas de cultivo.

Los agricultores lo tienen difícil a la hora de competir con el tomate de Almería, Marruecos y, sobre todo,  Holanda. De allí llegan hortalizas en el verano -la época de recogida en Catalunya- que pueden resultar hasta 10 veces más baratas que un Montserrat, una de las variedades locales más características. Eso sí, consumidores y productores están de acuerdo en que entre unos y otros no hay color y, en este caso, tampoco sabor.

Ligas diferentes

 «Juegan en dos ligas diferentes», asegura Josep García, director de Explotación de Mercabarna. «En la liga del precio no hay nada que hacer, pero en la del sabor, la del aroma y la calidad, que es donde está el tomate local, tiene mucho que decir», dice contundente. Las variedades comerciales que se encuentran en los supermercados se caracterizan por ser todas iguales. Y por aguantar en increíble buen estado en el frigorífico durante bastantes semanas. Y esa es la gran diferencia con las variedades locales.

Muchos productores están apostando por esta distinción para competir en el mercado. Desde el ya nombrado Montserrat hasta el Benach, pasando por los de colgar, ofrecen sabores y utilidades muy diversas.

De todas formas, algunos productores consideran que los consumidores buscan el tomate «bonito» y duradero, y no tanto el sabor. «Todo el mundo sabe diferenciar entre un BMW de un Skoda pero pocos saben diferenciar entre un tipo de tomate y otro», explica David Mumany desde la empresa F. Pau en Mercabarna. Antonio Santamaría, de la cooperativa agropecuaria de Argentona, comenta que uno de los mayores piropos que recibió fue cuando una señora mayor le recomendó a otra que comprase su tomate porque «era muy feo, muy feo» pero «muy bueno, muy bueno».

Santamaría, junto con otros trabajadores, recuerda con nostalgia un tomate cultivado en la zona de El Prat. «El mejor que he probado yo en mi vida», afirma. Para quienes no lo hayan catado, deberán saber que ya no tendrá nunca más esa oportunidad, al igual que otras tantas variedades que se han perdido para siempre. La Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) calcula que en solo un siglo, entre los años 1900 y 2000, se perdió el 75% de la diversidad agrícola.

Recuperar variedades

Afortunadamente, algunas personas han unido fuerzas para luchar para que esas semillas no sigan cayendo en el olvido. Ese es el caso de Esporus, un proyecto de la asociación L'Era (Espacio de Recursos Agroecológicos), que en su último recuento ha recopilado 398 semillas tradicionales, 72 de las cuales de tomate. Y eso que desde hace algún tiempo han puesto una barrera infranqueable para unirse al club, según explica su responsable Xènia Torras: o se sabe la información histórica y cultural o no entra.

Desde el Banc de Llavors del Vallès Oriental han conseguido catalogar 120 semillas, 25 de tomates, que esperan poner a disposición de la gente en más adelante. Esfuerzos de unos y otros para que el tomate siga sabiendo a lo que es: una joya de nuestra cocina.