LISTAS RIDÍCULAS (3)

3 argumentos científicos (y una canción de Paul Simon)

Nos ocupamos hoy de las listas de tareas pendientes para llevar la contraria a quienes defienden su utilidad.

ENRIQUE DE HÉRIZ

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Y MAÑANA:

4. 14 claves para intentar entender por qué diablos entras en esas listas pese a saber que no sirven para nada

«Haz una lista.» Nunca falta ese consejo cuando uno está agobiado porque tiene demasiado trabajo, demasiadas cosas por hacer. «Haz una lista. Y luego vas tachando lo que ya esté hecho», añaden, como si el mero hecho de anotar la tarea pendiente implicara ya su realización. Ah, pero la ciencia está de nuestro lado, como se comprobará fácilmente en la siguiente lista:.

1. LA PARADOJA DE LA ELECCIÓN. Al parecer, cuanto mayor es el número de opciones a nuestro alcance, más incómodos nos sentimos a la hora de escoger. En el ámbito del consumo se ha observado que el exceso de opciones puede llegar al extremo de paralizar al cliente, con la consecuente suspensión del acto de compra. Tiene que escoger entre tantos modelos de, digamos, zapatillas deportivas, que se agobia, da media vuelta y se larga. Este fenómeno se ha usado para defender el beneficio de las listas de cosas por hacer; se supone que reducen la ansiedad porque rescatan del infinito el número de tareas pendientes. Pero los que tenemos, ay, una mente débil y una voluntad tardía, lo vivimos de manera estrictamente opuesta. Cualquier lista con más de dos entradas nos obligaría a escoger entre lo que nos parece sin duda un plural excesivo. Y, por mero efecto de la paradoja de la elección, acabamos optando por no escoger.

2. LA FATÍDICA LETRA F. Jakob Nielsen firmó en 2006 un estudio que, tras registrar los movimientos oculares de 232 personas durante la lectura de miles de páginas web, demostraba que al leer información en internet seguimos un patrón muy parecido al trazado de una F: un primer barrido largo en sentido horizontal en la parte alta de la página, seguido de un rápido descenso vertical hasta localizar otro bloque que repasaremos de nuevo en una horizontal más breve, para terminar con un vistazo vertical de la parte izquierda de la pantalla completa de arriba abajo. Las listas que tan de moda se están poniendo responden estrictamente a ese patrón: un grueso de afirmación resumido entre el encabezamiento de la lista y sus primeras entradas y un intento de que el arranque de cada ítem sea igualmente interesante o ingenioso para que tus ojos se detengan en él. Comida basura de digestión inmediata para la mirada ansiosa..

3. EL EFECTO ZEIGARNIK. Bluma Zeigarnik era una psicóloga soviética que tuvo cierta relevancia en la Gestalt, pero no se hizo famosa por eso, sino por prestar su apellido a un fenómeno común, frecuente y casi obvio, pero no por ello menos fascinante: nuestra tendencia a recordar las tareas inacabadas o interrumpidas con mayor facilidad que las completadas. Dicen que Zeigarnik cayó en la cuenta de la necesidad de estudiar dicho fenómeno cuando, cenando en un restaurante, comprobó que un camarero era capaz de recordar con todo detalle una lista de platos que debía servir en una mesa con numerosos comensales, mientras que la lista, menos abundante, de los que había servido pocos minutos antes en otra mesa pasaba casi de inmediato al olvido. Para los seres de tendencias procrastinadoras (que es como nos llaman ahora a los vagos), una lista es una condena. Porque nosotros no damos por cierta la falacia de que toda tarea incluida en la lista será cumplida de modo automático. Y entonces lo que nos queda es un gravísimo recordatorio de que tal o cual tarea no sólo está pendiente, sino que incluso sigue estando pendiente. Es justo, necesario y hasta inevitable traer a este fin de página una canción: 50 ways to leave your lover (50 maneras de abandonar a tu amada). Vaya por adelantado que la tengo entre mis favoritas. Dice Paul Simon que se le ocurrió de buena mañana, al despertarse un día pensando el primer verso: «Ella me dijo que el problema sólo existía en mi cabeza». Cuenta un diálogo entre un hombre y una mujer que lo va convenciendo de que no debería costarle tanto dejar a su pareja (para irse con ella, claro). «Debe de haber 50 maneras de hacerlo», le dice y repite. Pero el bueno de Paul, que tuvo a bien incluir en el principio y final de la canción uno de los redobles de batería más celebrados de la historia de la música moderna, sólo nos dio 5 de esas 50 maneras. ¡Faltan 45! ¡Cómo le pones ese titulo, Paul! He intentado rellenar ese gravísimo hueco de la historia de la cultura contemporánea cientos de veces, pero cuesta porque ha de ser con rima. «Slip off the back, Jack / Make a new plan, Stan», dice Paul. «Hop on the busGus». (Lárgate por la puerta trasera. Cambia de plan, súbete al bus). «Just drop off the key, Lee». (Tira la llave). Está bien, son buenas maneras, todas válidas según la moral de cada quién. Sólo me quejo de la rima. ¿Cómo termina uno esa lista si encima pretende traducirla a su idioma? ¿Abandona el dique, Enrique? ¿Despídete con champán, Iván?