París

Pícnics entrada la madrugada

La playa de París, de día, se transforma también de madrugada.

La playa de París, de día, se transforma también de madrugada.

VICENÇ BATALLA

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Lo último que desea un parisiense obligado a permanecer en la ciudad en agosto es encerrarse entre cuatro paredes y continuar deambulando entre monumentos históricos. El invierno y la primavera lluviosa han sido demasiado largos para permanecer en lofts de 40 metros cuadrados y dándose cita en casas de amigos igual de estrechas o bares donde hay que ponerse el abrigo para ir a fumar un pitillo.

La bohemia pasa ahora por comprar un poco de ensalada, embutido y queso, acompañado por una botella de vino en la tienda de comestibles de la esquina abierta hasta la madrugada, y lanzarse en grupo a cualquiera de los ríos y canales de la ciudad para sentir la brisa acuática o, en su defecto, la frescura de la hierba. Y, si llueve, bienvenido sea.

La zona por excelencia, que se extiende durante el resto del año cuando los fines de semana se prestan, es el canal de Saint Martin, en el distrito cerca de la plaza de la República, que está siendo testigo del paso de los bobos a los hipsters y toda la iconografía consecuente: bares de estética retro, bicicletas de un solo piñón y conversaciones multilingües.

Quizás el local que mejor represente este nuevo ambiente sea Point Ephémère, pequeña sala de conciertos internacional con bar y restaurante anexos en formato de asociación cultural al lado de un cuartel de bomberos. Cada vez que uno de los vehículos sale disparado, los clientes con su cerveza en el exterior se apartan para evitar ser embestidos.

Esta costumbre, que en otras capitales empieza a ser mal vista, es habitual por ejemplo en el bar de L'Ourcq, del canal del mismo nombre, por encima de la plaza de Stalingrado. A falta de vino, el personal de la barra va llenando los vasos de plástico a los clientes que beben en el muelle y que luego deben devolver para recupar el dinero.

En la orilla, también hay jugadores de petanca, de pimpón en mesas macizas y, durante el día, piragüistas que reman bajo la atenta mirada de monitores del ayuntamiento en la parte más lúdica del Paris Plage.

La coartada cultural se completa un kilómetro más arriba con las proyecciones al aire libre del parque de La Villette. Como los autocines, pero con el culo a remojo.

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