LA MEJORA DE LAMOVILIDAD

¿Cuándo llega mi tren?

Ana Jornet, en silla de ruedas, no tiene forma de saber cuándo pasa un tren adaptado

MARCOS GARCÍA

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¿Cuándo llegará mi tren? La mala calidad del servicio de Rodalies en Catalunya hace que esta sea una de las preguntas habituales de los usuarios. Si el viajero es discapacitado la duda alcanza tintes dramáticos: solo el 41% del parque de trenes de Rodalies está adaptado, lo que tiene dos consecuencias: un viajero discapacitado no puede subirse a todos los trenes de Rodalies y nunca sabe si el tren que ve aparecer en el andén está adaptado, ya que Renfe no dispone de horarios fijos de dónde ni cuándo circulan los convoys reformados. «No sé cuánto puedo tardar en ir de Gavà a Barcelona, puedo tardar minutos o varias horas, depende del día», dice, resignada, Ana Jornet, vecina de Gavà de 41 años.

Ana está en silla de ruedas por una enfermedad degenerativa desde los once años. En su silla de ruedas, Ana goza de cierta independencia. Hasta que llega la hora de subir al tren para bajar a Barcelona, una odisea que comienza al llegar a la estación de Rodalies de Gavà. «Es imposible usar los trenes. Estoy cansada de los problemas que tengo en la estación. Una vez casi se me vuelca la silla cuando estaba intentando acceder al vagón por la rampa de acceso, otra vez casi me pillo las manos en la puerta de seguridad… » El día que EL PERIÓDICO acompaña a Ana en su periplo, parece que hay suerte: el primer tren dirección Barcelona que llega al andén está adaptado. Falsa alegría: la rampa de acceso no llega hasta el borde del andén. Si alguien se presta a ayudarla, Ana llegará a tiempo a las clases de góspel a las que se dirige. Si no, mala suerte, tendrá que seguir esperando.

Los problemas para Ana han empezado en el acceso a la pequeña estación de Rodalies de Gavà. La puerta automática para las personas con discapacidad está rota -«a veces funciona y a veces no, nunca lo sabes»- y una de las empleadas en la estación se ofrece a echarle una mano. No es lo habitual, comenta Ana: los empleados la conocen y cuando va sola, sin periodistas, no suelen ayudarla.

La segunda parada del vía crucis de Ana son los ascensores, demasiado estrechos para su silla de ruedas. Por eso, tiene que salir marcha atrás; no sería la primera vez que atropella a alguien con esa maniobra. Ana se declara harta y agotada de tener que planear con horas de antelación un trayecto que cualquiera puede realizar en menos de 20 minutos. Las dificultades de movilidad afectan de forma irremediable a su vida:  «Apenas puedo ver a mis amigos de Barcelona, esta situación afecta incluso a mis relaciones de amistad».

El departamento de prensa de Renfe explica que por motivos de organización de la red de Rodalies la programación horaria de los trenes varía cada día, y ese es el motivo por el cual no se puede establecer un horario de trenes adaptados. La compañía tiene en marcha un programa de incorporación de nuevos trenes adaptados y de reforma de gran parte de las estaciones para que sean accesibles.

Sin alternativas

Pero nada de esto le sirve hoy a Ana. Sus alternativas a Renfe para desplazarse a Barcelona no son muchas. Un servicio de taxis adaptados en Gavà está a disposición de las personas con discapacidad que lo necesiten, pero es necesario llamar con al menos una semana de antelación y el número de trayectos al mes por persona se limita a seis. «El servicio de taxis es lamentable. Lo mismo viene a recogerme un vehículo adaptado que una furgoneta en la que me atan con unas cuerdas», se queja Ana. Otra opción es la que ella utiliza como alternativa a Renfe: un autobús hasta Cornellà y allí transbordo al metro con destino a Fabra i Puig, donde recibe sus clases de góspel, algo a lo que ni siquiera Renfe logrará que renuncie.

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