Apicultora de Montagut. Garrotxa

Isabel Vert: «Es la revolución cotidiana»

«Es la revolución cotidiana»_MEDIA_1

«Es la revolución cotidiana»_MEDIA_1

MONICA PELLICCIA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El olor a romero y tomillo quemado se esparce por este bosque de la Garrotxa. Igual que el humo blanco y denso que rodea a Isabel Vert, apicultora de 33 años, que está preparando su ahumador para tranquilizar a las abejas antes de empezar a trabajar. No se oye ninguna ruido en el bosque, a parte de los pasos de Isabel y su compañero, que se acercan a los colmenares diseminados por toda la comarca. Solo un cartel amarillo avisa de las abejas, antes de oír el característico ruido de estos insectos, que llega al oído como si fueran cables en cortocircuito constante.

«Soy apicultora desde hace solo siete meses, las abejas aún se tienen que acostumbrar a mi presencia, aunque sí noto que cada día va mejorando», dice Isabel, enfundada en su traje blanco, de astronauta rural. A pesar de que ningún fragmento de su piel queda al descubuierto, las abejas consiguen picarla siempre. Habla de ellas como si fueran cualquier otro animal que habita en una finca. Cada colmenar de tiene sus diferencias, que ella va conociendo poco a poco, desde la más revuelta hasta la más tranquila.

«Vivimos más en la naturaleza que las abejas», bromea Isabel mientras sube con su furgoneta los senderos que insinúa la montaña, hasta llegar a su casa. Quince minutos tarda en llegar al pueblo más cercano, Montagut. En su casa todo habla de naturaleza, desde su librería hasta su nevera, una elección de vida, la suya, que le ocupa cada minuto libre. Y así es desde hace años. Antes de ser agricultora estudió Ingeniería Agrícola y trabajó ocho años en un huerto comunitario.

«El trabajo en el campo es una propuesta muy política. Es una revolución cotidiana», comenta Isabel. Ella se queja de que el sector primario ha sufrido un injusto proceso de desvalorización.  «Mira esto. No es solo un bote de miel, es un producto de proximidad, los colmenares están en el bosque y las abejas pastorean en zonas cercanas y de manera sostenible, y los vendemos en mercados de barrio. Es una forma de revalorizar a la gente que se dedica a producir tu comida, la que pones todos los días en tu plato».