Las aulas de acogida inician la retirada con un balance agridulce

Cuatro exalumnos de aulas de acogida, en una lectura en voz alta en catalán, ayer.

Cuatro exalumnos de aulas de acogida, en una lectura en voz alta en catalán, ayer.

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

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Cinco años necesita, de media, un joven recién llegado a Catalunya para dominar los dos idiomas cooficiales con cierta desenvoltura. Y de esa fluidez, tanto para leer como para hablar y redactar, depende en buena medida el éxito o el fracaso escolar. Por eso, porque su impacto es determinante (no solo en lo académico), la lengua ha sido el principal caballo de batalla en las aulas de acogida, creadas en Catalunya el curso 2004-2005 para tratar de que la incorporación de nuevos alumnos extranjeros fuera lo menos traumática posible. Diez años después, sin embargo, el balance es «desigual», admitió ayer la 'consellera' de Ensenyament, Irene Rigau.

Es cierto que la labor que ha prestado este servicio, por el que han pasado más de 170.000 niños y adolescentes, ha sido encomiable durante esta década, sobre todo si se analiza en términos de integración, de adaptación al sistema escolar y al nuevo entorno. Incluso en términos de innovación pedagógica. «Pero, aun así, los resultados académicos de los alumnos inmigrantes siguen siendo más bajos que los de los autóctonos», admitió Mònica Pereña, subdirectora general de Lengua y Plurilingüismo de la Conselleria d'Ensenyament.

«Aunque esta no es una problemática exclusiva de Catalunya, sino que afecta a los estudiantes de origen extranjero de casi todos los países que participan en el informe PISA de la OCDE», puntualizó Pereña. Estas mismas pruebas internacionales indican que, de haber permanecido en sus países, «los resultados de los jóvenes inmigrantes catalanes habrían sido inferiores», apostilló luego Rigau.

NUEVA ORIENTACIÓN

Ante medio millar de profesores, directores de colegios e institutos, pedagogos y tutores de aulas de acogida, la 'consellera' y sobre todo su subdirectora desgranaron ayer, en una jornada sobre cómo integrar al alumnado de procedencia extranjera, el plan de choque con el que la Generalitat va a tratar de solventar este déficit, que hace que el balance de 10 años de trabajo tenga un sabor agridulce. El plan que a partir del próximo septiembre tiene intención de poner en marcha Ensenyament pasa por la reconversión o cambio de orientación del actual modelo de aulas de acogida, «que destinarán sus recursos y dotaciones actuales a prestar apoyo lingüístico de forma individualizada a los estudiantes», dijo Pereña.

La previsión para el curso 2015-2016 es que de las 660 aulas actualmente en funcionamiento se pase a 525 (es decir, 135 menos) y que, en contrapartida, se habiliten 278 dotaciones de apoyo lingüístico. «Habrá centros que incluso podrían tener los dos servicios. Eso se decidirá en función de las necesidades», indicó.

INNOVAR CON POCOS RECURSOS

«Sería injusto decir que las aulas de acogida no han funcionado, porque han desempeñado un papel clave en lo que se denomina la primera acogida, pero lamentablemente han tenido un desarrollo desigual, ya que ha habido pocos recursos y han dependido muchas veces de la voluntad y la predisposición de los profesores que las gestionaban», observó, por su parte, Ramon Barlam, profesor del instituto Cal Gravat de Manresa y promotor del proyecto Espurna de impulso a la lengua catalana en el ámbito educativo.

Eso sí, destacó Barlam, «hay que reconocer que ha sido un servicio innovador. Fue a través de las aulas de acogida como muchos centros, en particular institutos de secundaria, conocieron nuevas metodologías pedagógicas, nuevas maneras de trabajar, y las introdujeron para todo su alumnado, no solo para enseñar lengua a los extranjeros», señaló el docente, que lamentó que los recortes presupuestarios de los últimos años se hayan cebado, en particular, con las aulas de acogida.

Ya sea por falta de recursos o porque su margen de maniobra difícilmente sobrepasa los límites de la escuela, el servicio no ha conseguido evitar, en muchos casos, la aparición de guetos. «Todos hemos visto cómo los alumnos inmigrantes, cuando son pequeños, en primaria, juegan en catalán con sus hermanos y amigos. Pero llega un momento, cuando se hacen mayores, en que dejan de usar esta lengua», lamentó Josep Maria Serra, investigador del Institut de Recerca Educativa de la Universitat de Girona (UdG). Parte de la culpa, añadió Serra, es de los ciudadanos autóctonos, «que cuando se dirigen a un extranjero tienden a no utilizar el catalán, pensando que no les entenderá».

«Tan importante como la adaptación, como el tiempo que llevan aquí o como su lengua de origen es el contexto lingüístico en que viven estos alumnos. Ante eso, ante la fuerza del entorno, la acción de la escuela tiene, según todas las investigaciones que se han hecho al respecto, un bajo impacto», sentenció.