Caos ferroviario

El día de la marmota

Ruben Padilla, usuario de Rodalies Renfe.

Ruben Padilla, usuario de Rodalies Renfe. / periodico

VÍCTOR VARGAS LLAMAS / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Suena el despertador y marca el momento de la ducha y el desayuno antes de afrontar una nueva jornada. ¿Nueva? ¿Seguro? No tanto si el desplazamiento va a ser en Rodalies. En este caso, hay muchas posibilidades de que sus usuarios se acaben sintiendo como Bill Murray en 'Atrapado en el tiempo', el meteorólogo gruñón que se traslada a una aldea de EEUU para conocer el comportamiento de la marmota Phil, de la que la tradición dice que determinará si se acaba o no el invierno. Murray se desespera en un bucle infinito que le hace vivir el mismo día continuamente. Una sensación demasiado familiar para los viajeros de Renfe en Barcelona y su área metropolitana.

Ese día de la marmota se repitió ayer en los andenes de las estaciones de la capital catalana y alrededores. Pasajeros de toda la provincia compartieron la experiencia de una «nueva odisea» ferroviaria, como la catalogó Elisa Palaín. Esta zaragozana residente en Sant Adrià de Besòs ya empezó a temerse lo peor cuando desde el andén de esta población escuchó por megafonía la existencia de una incidencia, «así, sin más». «El personal [de Renfe] añadía que había problemas con la señalización, pero que los trenes iban puntuales; pero el mío no llegaba...». Sabedora de cómo habían acabado jornadas que empezaron con un escenario similar, Elisa trazó un plan alternativo: «Tranvía hasta Glòries, metro hasta plaza Catalunya y Ferrocarrils de la Generalitat hasta Gràcia». Y allí subió a su bici para llegar al puesto de trabajo «media horita tarde».

También Lourdes Pamies tuvo que improvisar una estrategia. En su caso, más que alejarse de los raíles, optó por acelerar la salida de casa al escuchar las noticias por radio, expone esta administrativa de Cornellà. Al llegar a la estación de su ciudad, mutismo. «Y encima no hay ni paneles informativos, solo informan de lo que les importa: la necesidad de que el billete esté validado», se lamenta. Ni siquiera su previsión evitó 45 minutos de demora hasta bajar en Arc de Triomf y dirigirse a su oficina. Ducha en estas lides, llamó al trabajo para avisar de la magnitud de la tragedia. «Activé el protocolo habitual», suelta entre risas.

El precario protocolo informativo desplegado por Adif colmó la paciencia de no pocos usuarios afectados. Rubén Pascual, de Barberà del Vallès, se desfogaba al recordar la experiencia matinal en Rodalies. «Han pasado totalmente de nosotros. Yo me enteré de los problemas a mitad de trayecto y porque una viajera informaba de lo que aparecía en Twitter. Y ni una explicación de Renfe hasta Sants», se queja. «Pero el AVE no ha fallado, claro. No es lo mismo devolver el importe del billete de Rodalies que de larga distancia...», argumenta. Pero el AVE también falló, aunque por una avería mecánica.

Habituados

Esa reiteración en las incidencias en Rodalies deriva en reacciones que van desde la rabia y la impotencia hasta la resignación, compartida esta última por la mayoría de los usuarios consultados. Tal es el caso de Vera Minyana, una maestra que constata «lo acostumbrada que está la mayoría de la gente» a estos capítulos. Ella fue puntual porque siempre llega media hora antes a su trabajo para preparar la jornada. Ayer tuvo el tiempo justo. Parte de su resignación se explica porque sostiene que los servicios ferroviarios en Valencia, donde residió, «son mucho peores».

También relativiza la gravedad del episodio Marcos Manzano, técnico de construcción de Premià, que llegó un cuarto de hora tarde. «En coche también podía haber sufrido incidentes de tráfico y llegar tarde», expone. Deja claro que su nivel de tolerancia admite aún mucho margen, aunque su bagaje como usuario habitual de Rodalies se reduce a apenas un mes y medio.

Miguel Ángel Rodríguez se suma al sentir de la mayoría y califica de «caótica» la gestión de la incidencia. «Deberían avisar antes y no cuando no hay margen de maniobra», dice. Este vecino de Sant Feliu se apeó en L'Hospitalet para coger el metro al acumular 15 minutos de demora en tres estaciones y recordar otras experiencias.

«¿Puedo decir que esto es una mierda?», pregunta David Marín. «Para un día que cojo el tren... En metro vas como una lata de sardinas pero no falla tanto», se lamenta. Pese a la visceralidad de David, Felipe López cree que «la gente reacciona demasiado bien». Felipe empleó hora y media desde Sant Sadurní d’Anoia para un trayecto que dura 40 minutos. «Y seguirá así hasta que pongan trenes del siglo XXI», zanja mientras sube a un convoy que, este sí, va puntual.