TRADICIÓN POPULAR EN MUCHOS PUEBLOS DE CATALUNYA

Trabucos seguros

El certificado 8Guardias Civiles entregan el diploma de asistencia al curso los trabucaires, ayer.

El certificado 8Guardias Civiles entregan el diploma de asistencia al curso los trabucaires, ayer.

MAYKA NAVARRO / SANT ANDREU DE LA BARCA

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Pese a ser una de la pocas colles de trabucaires que ayer no asistió al primer curso de formación y seguridad organizado por la Guardia Civil, hasta el salón de actos de la comandancia de Sant Andreu de la Barca llegaron los ecos de la estruendosa polémica que envolvió a los trabucairesen agosto pasado. De paisano, sin trabuco, pero con esa misma actitud campechana de gente arraigada a la tradición, 150 trabucaires de 38 de las 48 colles que hay en Catalunya aceptaron la invitación de la autoridad de refrescar juntos la normativa y debatir sobre qué se puede mejorar.

Fue el capitán Miguel Ángel Quesada, interventor de armas y explosivos de la Guardia Civil de Barcelona, el que arrancó su ponencia advirtiendo a los concurrentes de que «no todo vale». Y aunque él no los mencionó, el público pensó en los trabucaires de Cardedeu. Recientemente la subdelegación del Gobierno de Barcelona les impuso una sanción de 6.000 euros alegando que durante el pasacalles de agosto no había presencia de la policía local y disparó una persona sin licencia de armas.

«Simulacro de fusilamiento»

En realidad el origen del expediente, el informe posterior de la Guardia Civil y la sanción tenía su origen en la denuncia del concejal del PP de Cardedeu, Jaume Gelada, que dijo haberse sentido intimidado y agredido cuando los trabucaires dispararon salvas frente a su casa. Una acción que el PP calificó de «simulacro de fusilamiento» y que distorsionó una tradición que data del siglo XVI y que se mantiene viva con su estruendo e inconfundible olor a pólvora.

El altercado de Cardedeu enfrió y enrareció las relaciones entre la Administración del Estado y las colles trabucaires, colocando a la Guardia Civil en medio del fregado. Ante la proximidad de las fiestas populares de verano, en la que los trabucos regresarán ensordecedores a las calles y, por qué negarlo, de las distintas citas electorales que se celebrarán este año, la Administración decidió que sería bueno reunirse en la casa del que siempre estuvo en medio de las dos partes: la Guardia Civil.

La convocatoria fue un éxito y aunque casi todos los asistentes aseguraron que los ponentes no les contaron nada que no supieran, por las intervenciones en el turno del coloquio se vio claro que falta diálogo y hay cosas que podrían mejorar.

A los trabucaires de Cardedeu no se les sancionó por disparar frente a la casa del concejal del PP, hasta cuatro veces la justicia archivó la denuncia penal, pero sí por no cumplir la norma. Y aquí es donde los responsables de la Guardia Civil insistieron a los trabucaires en que deben ser conscientes de que no tienen un juguete entre las manos y que la suya, aunque nunca haya pasado nada, es una actividad de riesgo.

¿Y qué pasa cuando un pueblo como Figaró, con apenas 1.000 habitantes, no tiene policía local y los Mossos d'Esquadra no se comprometen a estar el día del pasacalles? «Pues pida usted ayuda. Pero sin autoridad policial los trabucaires no pueden disparar», advirtió el capitán Quesada a Pere Mateo, cap de colla y concejal del municipio, impotente al sentirse atrapado por la burocracia: «Los Mossos no se comprometen a estar».

Otros plantearon la necesidad de unificar criterios. «No es normal que la subdelegación del Gobierno de Tarragona exiga a las colles que se mojen las calles al paso de los trabucaires, pero eso no pase en Girona o Barcelona», denunció un miembro de la colla de

Valls. Aquí la guardia civil se mostró comprensible al entender que las calles mojadas pueden ser un peligro porque hay riesgo de resbalar. Un representante de la Delegación del Gobierno se comprometió a trabajar para unificar criterios en todo el territorio catalán.

No tardó en salir a relucir el Reglamento de Armas, que obliga a cumplir los 18 años para la autorización especial de armas de avancarga necesaria para disparar un trabuco, pero permite con solo 14 empuñar una escopeta para cazar perdices o conejos. «Señores, la ley es la ley. Y no es la Guardia Civil la que cambia los reglamentos», advirtió el capitán Quesada.

Una frase que se volvió a escuchar cuando otro trabucaire planteó «lo absurdo» que resulta, para ellos, que se prohíba acceder a un establecimiento público, dígase bar o restaurante, con el trabuco. «Entienda que tras los pasacalles, lo mejor es la comida o el almuerzo. El arma no se puede dejar en el coche porque nos la roban. ¿Qué hacemos? ¿Turnos de vigilancia? Deberían dejarnos entrar con el trabuco descargado y en su funda». El capitán Quesada movió negando con la cabeza.