Gente corriente

Miguel Ángel Funes: "Muchísimos adultos son superdotados y no lo saben"

Hacia los 25 años supo que tenía una inteligencia superior. Entonces reescribió su vida.

«Muchísimos adultos son superdotados y no lo saben»_MEDIA_1

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MAURICIO BERNAL

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Con 25 o 26 años («no recuerdo bien», dice), Miguel Ángel Funes encontró la explicación a ciertos pequeños desequilibrios que habían poblado hasta entonces su vida y que sentaban distancias con respecto a los demás: fue diagnosticado como superdotado. «Le encuentras sentido a cosas que te han ocurrido hasta ese momento: de repente puedes reconstruir tu historia desde una nueva perspectiva». Funes es uno de los integrantes de la recién creada Asociación Acacia, dirigida justamente a los adultos con altas capacidades: los que desde niños supieron que las tenían, los que se enteraron al crecer y los que no lo saben, pero sospechan.

-Explíqueme, por favor: ¿de qué desequilibrios hablamos?

-La verdad, en mi caso eran cosas muy leves; digamos que no estaba especialmente desajustado. Por ejemplo, cuando hacía algún curso, o cuando estaba en clase, bueno, pues yo las cosas siempre las entendía a la primera, siempre, y no lo soportaba, me resultaban irritantes las preguntas de los demás, por evidentes. Cuando me dicen que soy superdotado aprendo a tener más paciencia.

-¿Qué más?

-Hay algo que es muy común en las personas con altas capacidades y es que somos extremadamente sensibles. Llevas aparejada una alta sensibilidad y un alto sentido de lo que es correcto y justo, y como este mundo dista tanto de ser correcto y justo… Las cosas te afectan más, pero aprendes a gestionarlo cuando conoces la razón de que seas así.

-Hablemos en general. ¿Hasta dónde pueden llegar esos desajustes?

-La mayoría de los problemas suelen venir por el factor social. Muchos se sienten diferentes, que no encajan. No es marginación, es incomprensión. El adulto que no sabe que es superdotado puede sentirse apartado, distinto, y lo peor es que no sabe por qué.

-¿Las altas capacidades aíslan?

-En cierto modo, sí. Pero no hablemos solo de lo negativo. Hay muchas cosas positivas.

-Me imagino. Cuénteme.

-Bueno, tenemos una gran curiosidad, una constante necesidad de aprender cosas nuevas, y una tremenda actividad mental: yo tengo insomnio desde que recuerdo, y es porque no paro de pensar. Además, en cuanto algo te interesa intelectualmente, vas hasta el final, profundizas mucho.

-Tengo entendido que tiene un hijo que también es superdotado.

-Sí, Alejandro. Ahora tiene 10 años.

-¿Qué sintió cuando lo descubrió? ¿Habría preferido que fuera normal?

-No, mire… La verdad es que como yo apenas tuve problemas, sé que se pueden tener altas capacidades y vivir con normalidad. En parte por él soy psicólogo especializado en altas capacidades. Ya era un tema que me atraía, pero al tener un niño con altas capacidades decidí orientarme a eso.

-Cuénteme, ¿hay mucho adulto superdotado que no lo sabe?

-Sí; porque si no tienes curiosidad, si no te informas sobre el tema, no tienes por qué llegar necesariamente a esa conclusión. Hay muchísimas personas que tienen altas capacidades y no están diagnosticadas.

-Y para eso existe la asociación. Para que vayan los que dudan.

-Para ellos y para los que ya lo saben, está pensada como un lugar de encuentro, un espacio para que la gente se sienta entre iguales, comparta experiencias. Gente superdotada y gente con altas capacidades.

-¿No es lo mismo?

-No. Los superdotados suponen el 2% o 3% de la población y su inteligencia se mide básicamente por el coeficiente intelectual. Pero también se puede tener un talento evaluable: matemático, verbal, lógico, académico… Son las altas capacidades, que pueden llegar al 15% de la población.