«Fui una niña esposa»

Rani, con vestido anaranjado, con su marido (izquierda), su cuñada, su suegro y su bebé, en una aldea de Bangladés. Se casó a los 11 años y ahora tiene 18.

Rani, con vestido anaranjado, con su marido (izquierda), su cuñada, su suegro y su bebé, en una aldea de Bangladés. Se casó a los 11 años y ahora tiene 18.

T. S. / BARCELONA

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«Mi nombre es Sadia y fui una niña esposa. Ahora tengo 16 años. He vivido toda mi vida en un pequeño pueblo a las afueras de Dakha, en Bangladés. Quiero contar mi propia historia porque quiero ser parte de la lucha contra el matrimonio infantil. Me casé cuando tenía 14 años».

Este es uno de los testimonios recogidos por la oenegé Plan en Bangladés, donde el matrimonio forzado tiene consencuencias de todo tipo en un país en el que, subraya Jacobo Ocharán, técnico de la oenegé, hay desastres naturales cada tres años, de media. Se trata de inundaciones causadas por el deshielo del Himalaya. Y las personas más afectadas por esos fenómenos son, precisamente, mujeres jóvenes, niñas que tuvieron que dejar de estudiar y que no tienen empleo.

Ante la constatación de que el matrimonio forzado se le iba de las manos, Bangladés se propuso frenarlo en el 2004 con la aprobación de la ley de registros de nacimiento, que obligaba a que cada niño o niña tuviera un certificado de nacimiento, lo que permitiría evitar enlaces entre menores. El problema es que las familias falsean el documento sin problemas. Es algo que le sucedió a Rani, obligada a casarse a los 11 años con una tarjeta de identidad falsa que le otorgaba 18. Pese a su tierna edad, tuvo que asumir retos más propios de mayores, como el no lograr un embarazo rápidamente: «Me siento muy estresada. He estado intentando ser madre durante siete años. Ahora, cuando estaba embarazada tenía miedo de que le pasara algo al bebé. Tenía que cumplir muchas expectativas, pero solamente tengo 18 años».

Embarazo precoz

Otra de las características de los matrimonios forzados es que propician la maternidad a edades muy tempranas, con el riesgo que ello conlleva para su salud, como el de sufrir prolapso de útero, fístula, letargo, pérdida de apetito y dolores de abdomen. Dolencias, todas ellas, que se convierten en lastres para el futuro.

Sharina conoció a su marido, Nazir, el día de la boda. Él tampoco quería casarse, pero al menos había visto una foto de la chica. Ella tenía 14 años; él, 17. Hay casos, como este, en el que la pareja entiende que algo no ha ido como debía. Sharina y Nazir tienen un hijo y están de acuerdo en que tenga estudios. El padre quiere que sea médico. «Yo tuve que dejar el colegio en cuarto curso. En parte fue porque mis padres no tenían muchos recursos, pero también se debió a que mis amigas también dejaron de ir. Sin ellas allí, el colegio dejó de ser tan importante para mí. Hoy pienso de otra manera», dice Sharina.

Los riesgos

A Sadia, la niña esposa aludida al principio, la sacaron del colegio para casarla. Su marido le dirigió las primeras palabras en la noche de bodas: «Me dijo que dejara de llorar». Sadia confía en conseguir que su hija no pase por lo que ella ha tenido que pasar y opina que la mejor manera de combatir el matrimonio forzado es informar de los riesgos que lleva aparejados, e informar sobre todo a quienes propician la práctica. «Yo podría haber muerto el día que di a luz. Nadie merece pasar por lo que experimenté. Más padres necesitan saber esto para que no casen a sus hijas antes de tiempo».