LA PRIMERA NAVIDAD TRAS ENCONTRAR TRABAJO

La llamada que al fin llegó

No hay una Navidad, sino miles, no solo porque cada uno la vive a su manera, sino porque a lo largo de la vida la festividad no significa lo mismo. En estas páginas contamos cómo serán cinco primeras Navidades tras un cambio de guion, un volantazo del destino, porque el empleo, el hogar, la salud, la muerte, la vida, en definitiva, dan muchas vueltas.

JOAN CAÑETE BAYLE / BARCELONA

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Puede haber quien diga que la de Joan Josep Alemany es una de esas historias de las que antes se decía que tienen espíritu navideño.

“Recibí una llamada: '¿Joan Josep Alemany?'. 'Sí, yo mismo'. 'Le llamamos del departamento de personal de la Universitat Pompeu Fabra, quisiéramos saber cuál es su situación laboral'. 'Pues mira, estoy en el paro'. '¿Le interesaría trabajar?'. 'Si queréis voy mañana mismo', les contesté”. Joan recita de memoria la conversación telefónica que mantuvo a principios de septiembre. “Eso fue un miércoles, 'tomamos nota, hablaremos con quien hay que hablar y te diremos algo', me dijeron. Al día siguiente me avisaron de que me tenía que incorporar al trabajo el 9 de diciembre”. Sí, dos semanas antes de Navidad Joan, de 58 años y que llevaba en paro “cuatro años y 11 meses”, encontró trabajo como auxiliar de servicios del campus de la Ciutadella de la UPF. “Me ha tocado la lotería”, comenta, consciente de que lo suyo no es lo habitual.

A Joan lo azotaron las dos caras de esa crisis que, dice Mariano Rajoy, ya se ha acabado. Primero, los usos del sector privado: “Desde los 17 años hasta los 48 trabajé en el mundo de los seguros, llegué a ser director de una sucursal de una compañía, pero a los 48, después de diferentes fusiones de compañías me quedé en la calle”. Joan empezó un periplo de cinco años en los que trabajó en un par de corredurías, en una empresa de mensajería y en una gestoría (“tramitaba hipotecas”). De todas estas empresas acabó siendo despedido porque “las empresas solo miran por los números”. O lo que es lo mismo: “En todos los despidos el motivo fue que cogían en mi lugar a una persona que cobraba un salario inferior al mío”. Eso, en el sector privado. Porque, y aquí viene la segunda cara, Joan también sufrió los recortes en el sector público: su último trabajo se acabó cuando la UPF no renovó los contratos a los interinos en el 2009. Sí, la UPF, su nuevo empleador. Sí, Joan había trabajado allí antes, por eso decíamos que igual hay quien diga que esta es una de esas historias que antes se decía que tienen espíritu navideño.

El de la UPF fue su último trabajo, y Joan se encontró en plena cincuentena y en el paro. El proceso les será muy familiar a muchos: “He enviado muchos tipos de currículums, el 99% no tuvieron respuesta; el 1% restante me agradecían que me hubiera puesto en contacto con ellos y me decían que, si me necesitaban, ya me llamarían. En este tiempo, de ofertas del Inem recibí solo una. Cuando ya casi había agotado el paro, mi suerte, entre unas enormes comillas, fue que al tener más de 52 años tenía derecho a la ayuda de 426 euros”.

LA RED FAMILIAR

Esta ayuda y la estructura familiar de Joan (en la misma casa viven su mujer, su hija, que es empresaria, y su nieto de ocho años) ejercieron de red. Económica, porque su mujer y su hija aportaban ingresos, pero también emocional: “Estos años he tenido la motivación de que me hacía cargo de mi nieto: cada día me levantaba a la misma hora para llevarlo al colegio, lo iba a buscar, lo acompañaba a las actividades extraescolares... Mi nieto fue la escapatoria, el agarradero”.

Fuera de casa, el mercado laboral no quería saber nada de Joan, como en tantos otros casos la fecha de nacimiento que indicaba el DNI se asemejaba a un estigma. “He oído algún comentario del tipo: 'con tu edad no estás capacitado para hacer según qué trabajo'. En una empresa rendí como el que más, pero el jefe de departamento me dijo: 'lo que necesitamos son personas jóvenes que si tienen que estar 12 horas en la calle, estén 12 horas en la calle'. Yo les dije que puedo estar 12 horas en la calle, pero que no me dejaban demostrarlo, y él me replicó: 'Hombre, ya tienes una edad'”, cuenta, y afirma: “Yo creo que hay jóvenes de 60 años y viejos de 30”.

Y así llegamos al final, que es el principio de una nueva etapa en la vida de Joan: a la llamada de un miércoles de diciembre -”Le llamamos del departamento de personal de la UPF, quisiéramos saber cuál es su situación laboral”- a la confirmación de que el 9 de diciembre ya empezaba a trabajar. “Me llamaron porque ya me conocían, porque sabían cómo trabajaba de la otra vez”. ¿Suerte? Por supuesto, en estos tiempos que corren, pero si Joan no hubiera hecho bien su trabajo hace cinco años, no lo habrían llamado ahora. Habrá quien vea una moraleja sobre los frutos. a pesar de todo, del trabajo bien hecho, y encima en plenas fiestas navideñas, cuando Joan ya había echado mano de la calculadora y del calendario, oteaba el horizonte cercano de los 60, calculaba si le convenía adelantar su jubilación, mejor una pensión más baja cuanto antes, pensaba, que esperar a los 65 con los 426 euros de la ayuda a los parados mayores de 52 años.

“Es un contrato temporal, pero la plaza que cubro es de una persona que ha hecho una promoción interna, sí, la próxima Navidad me veo en este trabajo”. La próxima, quién sabe. Esta, contra todo pronóstico, sí. No son especialmente navideños, en casa de Joan, pero, claro, estas fiestas serán diferentes, hay sobrados motivos para brindar. Sí, igual esta historia parece una de esas con espíritu navideño.