Gente corriente

Beatriz Aurora: "Encontré de nuevo un 'nosotros' con los zapatistas"

Pintora zapatista, expone el 10 de diciembre en Can Batlló '20 años de zapatismo'.

«Encontré de nuevo un 'nosotros' con los zapatistas»_MEDIA_1

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CATALINA GAYÀ

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La encuentro en Barcelona; casi por casualidad. Hablamos rodeadas de unas pinturas, las suyas, que explican 20 años de zapatismo y que ha expuesto en París, Bélgica, Grecia... Dice que todo el mundo sabe muchísimo del zapatismo, que eso la impresiona.

-¿Cómo se vincula al zapatismo?

-El primer cuadro de Chiapas que hice es un resumen del primer año de zapatismo. Lo hice para mostrar qué es el zapatismo y con la idea de sacar fondos para ellos.

-¿Vivía en Chiapas?

-No, en Cuernavaca. Fui a La Realidad en el contexto del Diálogo de San Andrés. Llegué con muchos pósteres y les conté lo que había pintado. Les escribí una carta en la que les dije que era una pintora chilena y que moría por conocerlos… Y a las 23 horas vino a saludar el subcomandante Moisés y platicamos muchas horas...

-¿Cómo llega una chilena a México?

-Tenía 17 años cuando el golpe de Pinochet. Tras el golpe resistí un año en la clandestinidad, hasta que los servicios de inteligencia y la Fuerza Aérea montaron un operativo en el que asesinaron a un compañero dirigente del MIR, José Bordás, un compañero con una calidad humana extraordinaria, y a mí me secuestraron. Por cierto, el juez Carroza acaba de declarar reos a todos lo que participaron en el secuestro y tortura, entre ellos a Edgar Ceballos, jefe del servicio de inteligencia de la Fuerza Aérea. Ya antes participé en la querella de la familia de José. Era testigo presencial de su asesinato. Sin embargo, el juez Belmar, a pesar de que todos en el proceso se declararon culpables, los declaró inocentes. Entonces intenté llevarlo a la Audiencia Nacional de España, pero no hubo resonancia.

-¿Sus padres eran españoles?

-Mi papá, madrileño. Era del grupo de teatro de García Lorca e historiador del arte. Mi mamá, barcelonesa, era pianista e hija de Emili Mira, el psiquiatra.

-La desaparecen en diciembre de 1974.

-Mi papá lo movió desde EEUU, donde trabajaba en la Universidad de Nueva York, y mi madre, que estaba en Chile, se fue a ver al cónsul y me hicieron española mientras estaba desaparecida. Mi tía estaba casada con el embajador de Australia en Washington, así que también se metió la embajada australiana. Pero me salva un detalle muy especial.

-¿...?

-Cuando mi madre va a la embajada de Australia a buscar una carta, la secretaria de la legación le dice: «¿Ya fue a buscar a su hija a la academia de guerra de la Fuerza Aérea? Yo sé que ahí llevan a detenidos porque mi hermano Edgar Ceballos...» [Silencio]. Mi mamá se fue con la exesposa de mi papá, que estaba casada con un general del Ejército, a tocar la puerta de la academia.

-¿Y la aparecen?

-Uno o dos días después. Hay un cambio radical de actitud de Edgar Ceballos. Yo estaba toda torturada. Me trajeron a un supuesto psiquiatra para hacerme un lavado de cerebro para que olvidara. Fingí. Si no, no estaría viva. Desde Chile me fui un año y medio a La Habana y a España.

-¿Cómo llega a México?

-En 1979, el MIR me llamó para que volviera a Chile en un plan de retorno, y de regreso me quedé en México. Todos mis compañeros que regresaron están muertos. Ahora se está cuestionando qué pasó con eso. 

-¿Qué se aprende de tantos exilios?

-Yo digo que morí y que volví a revivir en México. No es que pierdas las cosas materiales, pierdes el alma, el sentido de la vida, pierdes el pertenecer a un pueblo, el saberte parte de un nosotros. Me costó mucho volver a encontrar un nosotros en la vida, y lo encontré mucho tiempo después con los zapatistas.