EL DEBATE SOBRE LOS RIESGOS TECNOLÓGICOS
Ciberinculto o e-paranoico
Miedo es la palabra más repetida entre las personas que han querido dejar su opinión sobre la exposicion Big Bang Data, que el próximo día 16 cerrará sus puertas en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB). La muestra, que ha tenido más de 50.000 visitantes desde el pasado 9 de mayo, es una reflexión sobre los datos que genera la actividad humana y sus usos para vigilar, gestionar y deducir patrones, servicios y amenazas. «Hay sentimiento de miedo por no saber hasta qué punto los ciudadanos son rastreados y de ignorancia por no saber cómo gestionarlo o resistirse», resumía ayer José Luis de Vicente, comisario de la exposición junto a Olga Subirós.
Las redes sociales, la navegación por internet, la telefonía móvil y el seguimiento GPS son algunos de los escenarios de riesgo para la privacidad más recurrentes para los usuarios de las llamadas nuevas tecnologías, pero no los únicos. Pero la recopilación de información administrativa, sanitaria, bancaria y comercial, la gestión de flujos de transporte, la cuantificación de fenómenos naturales o actividades humanas o la videovigilancia también afectan a quien no ha entrado en internet en su vida.
«Mucha gente salía de la exposición con la reacción de 'Me voy a borrar de Google o de Facebook', pero no es eso. Hay un escenario de conflicto abierto en la red sobre la privacidad y un riesgo de sobrerreacción social que impida innovaciones digitales», añadía De Vicente al presentar una reunión con expertos que quería aportar conclusiones para un debate público posterior en la Fundació La Caixa.
«La anonimización completa no existe, porque siempre se puede saber quién hay detrás, pero hay oportunidad de negocio sobre servicios que tengan la privacidad como centro porque los usuarios los valoran», sentenció Gemma Galdón, profesora de la Universitat de Barcelona y creadora de Eticas, una consultora sobre privacidad. «Si creamos un servicio sobre Big Data no sabemos cómo gestionar la privacidad», afirma Josep Perelló, de OpenSystems.
Los expertos intentaban definir las líneas entre privacidad e intimidad, datos personales y datos públicos, y los «campos de riesgo» entre ambos extremos, como los definió Ramon Palacio, exdirector de Red.es y consultor de empresas. Para Jérémie Zimmermann, fundador de la plataforma de ciberactivistas La Quadrature du net, hay que «proteger la privacidad pero también la intimidad, como espacio donde no somos observados y en el que podemos crecer personalmente».
Se comentó la falta de formación digital de los usuarios, a caballo entre la ignorancia de los principios elementales de la protección personal y del funcionamiento de las máquinas, pero también los problemas ante reglas unilaterales de los nuevos servicios con condiciones de uso que nadie lee y que no son modificables. Y cómo no usarlos excluye de actividades sociales.
La escasez de preparación digital está en escuelas pero llega a las universidades. «En la carrera de informática se dedica medio curso a hablar de seguridad», apuntó Manel Medina, catedrático de la Universitat Politècnica de Catalunya.
«Revelaciones como las de Edward Snowden han tenido un impacto en la economía mundial porque han hecho público lo que muchos sospechaban. A empresas estadounidenses que no han cedido datos a la NSA se les ha hundido», afirmaba Joe McNamee, director de la oenegé European Digital Rights. «Igual es que la gente no confía en sus gobiernos», cuestionó Jordi Iparraguirre, impulsor de las Cryptoparty para aprender a usar sistemas de cifrado digital.
La base del negocio
Otros participantes en la reunión recordaron también que la publicidad es la savia que alienta muchos de los servicios digitales, desde Google a Facebook o incluso la prensa y los blogs, y que buena parte de la captación de datos se hace con fines comerciales. «Hay un punto sostenible, no invasivo, en la publicidad que permite que todo el sistema funcione, y el usuario lo acepta porque siente que obtiene un beneficio. Para él es un acuerdo justo. Si este sistema se rompe, todos pierden», comentó Nikolaos Laoutaris, investigador del Data Transparency Lab de Telefónica I+D, que trabaja en determinar qué anunciantes se ajustan a ese modelo y cuáles pasan las líneas rojas.
El ingeniero Daniel Giribets lamentó la falta de un lenguaje efectivo para alertar de riesgos sobre la privacidad. Y otros pidieron que se mantenga el nivel de exigencia en la legislación europea ante los gigantes de internet. «Europa es la única que se preocupa por mantener la cultura de la privacidad, frente a las posiciones de EEUU o China, pero no siempre tiene éxito», pedía apoyos McNamee.
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