PROPOSICIÓN DE LEY EN EL PARLAMENT

El circo pide más regulación en vez de vetar la presencia animal

VÍCTOR VARGAS LLAMAS / BARCELONA

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Como en los números circenses, la intriga y la emoción que atrapan al público entre la carpa y la arena se han instalado en la comisión parlamentaria sobre la prohibición de animales en el circo. La incógnita, sin embargo, parece ceñirse a saber si el alcance del veto será extensivo o si se limitará a las especies animales domésticas. Una posibilidad a la que han dado crédito CiU, PSC e ICV-EUiA tras admitir el error de secundar esta proposición de ley atendiendo los argumentos animalistas, pero no los del sector circense.

Ayer llegó para el gremio la oportunidad de que el veto se pueda transformar en regulación, para que sus espectáculos sigan contando con animales. A ser posible, de toda condición. Eso es lo que expresaron en la primera serie de comparecencias expertos como el director del Festival Internacional del Circ Ciutat de Figueres, Genís Matabosch, quien incidió en la dificultad de las compañías para enfrentarse a los «intereses de los poderosos», en alusión al respaldo del que dijo que goza el lobi animalista. «Estamos hartos de que el arte escénico más democrático sea el más proscrito», apostilló.

También el presidente de la Associació de Professionals del Circ, Joan Ramon Graell, se revolvió contra acusaciones que considera injustas. «Estamos en contra del maltrato animal, y reclamamos la presunción de inocencia», sostuvo. Recriminó a los presentes que todo se centre en el circo mientras «hay desfiles de moda y rodajes con animales». Y tendió la mano al diálogo «sin estigmatizar» en aras del «bienestar animal».

RESPETO

El respeto y la simbiosis entre fiera y cuidador fueron el eje en torno al que se desarrollaron algunas intervenciones, como la de Blai Mateu, de la compañía Baró d'Evel Cirk, que realiza números con caballos, pájaros y otros animales domésticos. «Conocemos los límites físicos de las bestias y sus necesidades, y controlamos su comportamiento porque nos importa su bienestar y nos apasiona nuestro trabajo», expuso. «El animal disfruta del espectáculo -añadió, emocionado- y el vínculo enriquece al cuidador».

Tuvo que ser un payaso el que elevara el tono de gravedad de las exposiciones. Jaume Mateu, el conocido Tortell Poltrona y director del Circ Cric, admitió la existencia de «malas prácticas en el circo», pero reclamó que no se generalice. Y se puso en guardia exponiendo el caso del concurso ecuestre de Barcelona y sus réditos para la ciudad para denunciar un doble rasero con los animales. Tiró de ironía, ahora sí, al cuestionar que el veto se aborde ahora: «¿Qué compañía queda en Catalunya con animales? ¡Qué hipocresía!», zanjó.

Más ofertas al consenso llegaron de boca de Carles Raluy, director del Circ Raluy, sorprendido de «un debate que deja al circo contra las cuerdas» y de que «solo se hable de prohibición, no de hacer las cosas mejor», como en Europa. Siguiendo esa línea, Enys Faggioni, empresario del Gran Circo Americano, pidió «tomar lo mejor de cada regulación» continental para garantizar el bienestar animal y la continuidad de un sector en dificultades. «Hagamos una reglamentación tan severa como haga falta, pero si prohibimos los animales que sea en todos los escenarios: zoos, hípicas...», añadió.

DEONTOLOGÍA

 La voz disonante llegó con Carmen López, presidenta del Consell de Col·legis de Veterinaris de Catalunya, al destacar la «escasa o nula presencia de veterinarios colegiados» en los circos catalanes, un aspecto que considera clave para «garantizar el respeto al código deontológico y a las buenas prácticas». Y relativizó los criterios para delimitar entre especies de animales domésticos y salvajes: «Hay casos claros, como perros y caballos, y tigres y leones, pero para los animales exóticos es mejor que se pronuncien expertos en la materia».

El presidente del Sindicato Autónomo de Adiestradores de Animales, Gaetano Montico, apeló a la colisión de derechos si se prohíbe a un profesional europeo del circo operar en Catalunya, y presagió el fracaso de la ley, «como en otros países europeos». Y casi se pudo escuchar el redoble de tambores al invitar a un cariacontecido Pere Regull, presidente de la comisión, a meterse «en una jaula de leones» con él para vivir de cerca la emoción del circo.