INICIATIVA LEGISLATIVA SIN PRECEDENTES

Para Sonia y Benítez

T. S. / BARCELONA

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Al colectivo LGTB catalán nadie le podrá arrebatar ya la sensación de que ha sido pionero, de que ha logrado lo que no había logrado nadie antes en ningún lugar. Sus integrantes lo celebraron ayer. En el Parlament, justo después de que la ley fuera aprobada, hubo foto de familia y aplausos, alegría y algo de rabia contenida. El portavoz del Front d'Allibertament Gai de Catalunya, Eugeni Rodríguez, lo proclamó con rotundidad: pidió al Gobierno catalán que desarrolle sin dilación la ley aprobada y recordó que hay 77 países en los que la homosexualidad está penalizada. En algunos, con la muerte.

La fiesta siguió en la glorieta de Sonia, porque cuando llegan los días históricos es imprescindible recordar a los que se han quedado en el camino. Sonia dio el nombre a la glorieta en la que se dejó la vida. Nada fue casual aquella noche. La madrugada del 6 de octubre de 1991 un grupo de skins entró en el parque de la Ciutadella. José Rescalvo Zafra, de 45 años, conocida como Sonia, dormía allí, con otra gente. Seis jóvenes le dieron patadas hasta hartarse y la golpearon con un palo hasta la muerte. Los Mossos los detuvieron tiempo después. Sonia fue el primer transexual asesinado por su condición sexual. Y dio pie a otra forma de ver estas situaciones. Entonces no había una Fiscalía de delitos de odio y discriminación en Barcelona.

Mucho más reciente es la historia de Juan Andrés Benítez, que, en octubre del 2013 falleció en el Raval después de ser violentamente detenido y golpeado por varios mossos. Representantes del colectivo gay creen que su homosexualidad influyó en su muerte, que en parte fueron a por él por eso. En cualquier caso, Eugeni Rodríguez dedicó ayer la ley contra la homofobia a Sonia y a Benítez.

En la glorieta de Sonia había ayer tarde actuaciones. Sonaba la música, aunque no había mucha gente. Llevaban todo el día en danza y por la tarde se notó. Veteranos como Armand de Fluvià y Jordi Petit, que en el Parlament representaron a los históricos de la lucha, participaron de la celebración junto con gente joven, con otra vida, otra mirada. Por ejemplo, la de Elena Longares, de 31 años, lesbiana y empleada en asociaciones LGTB:  "Es un día ejemplar, un hecho histórico. Por fin podemos denunciar la discrimnación que sufrimos. Como lesbianas es un refuerzo para nuestra visibilidad".

No solo hombres

Marta Velasco, de 28 años, que trabaja en una gestoría también ve un punto de inflexión en lo sucedido: «Por fin las personas bisexuales se comienzan a visibilizar. Esto abre la puerta a un trabajo específico contra la discriminación en toda su diversidad». La suya no es una opinión aislada. Para la gran mayoría de la gente no implicada, el colectivo LGTB equivalía esencialmente al de los hombres homosexuales. Ahora, dicen, no solo se hablará de ellos. Para Laura Cañadas, de 25 años y empleada en una asesoría laboral, la ley será «una herramienta muy potente, ahora la gente se puede atrever a denunciar, es mucho más fácil». Pero Cañadas advierte de que no todo será coser y cantar y de que la comunidad LGTB sabe que no puede relajarse contra la discriminación: «Siempre tendremos que estar vigilantes»:

Pepe Oliva tiene 44 años y cuesta arrancarle una frase. Pero al final resume con eficacia el balance de la jornada: «Hay que creer en la utopía».